Alfonso Merlos

El frenesí y la pereza

Podríamos colegir que estamos ante el último insulto olímpico de Artur Mas, ante un político que trata a los ciudadanos como si fuesen rebaño, ante el desprecio indolente o la desidia faltona. Pero no seríamos justos. Porque, a fin de cuentas, los catalanes votaron por un proyecto delirante a sabiendas de las demoledoras, sonrojantes y estremecedoras consecuencias del delirio. ¿O no? ¿O fueron a las urnas a exhibir actitudes infantiles e inconscientes?

Así que nos topamos con un jefe de gobierno regional especialísimamente coherente. Mucho. Está demostrando que le importa un higo el problema de paro, de precariedad, de pobreza, de exclusión social que hoy afecta gravemente a Cataluña. Lo primero es lo primero –partir España en dos– y las cosas de comer pueden esperar. Sobre todo, cuando uno tiene la facilidad de repetir sin que se le caiga la cara de vergüenza que si no hay pan suficiente es porque el resto de los españoles lo roba.

Es simplemente brutal la pereza con la que los señoritos de CiU están encarando la actividad parlamentaria para producir leyes que ayuden al personal a salir de la crisis: a los agricultores, a los pequeños empresarios, a quienes se parten el brazo en la fábrica, a los que pueden dinamizar el sector servicios, o el turismo. En medio año, ¡ná de ná!

Y al mismo tiempo es obsceno el frenesí con el que se trabaja, con mayor o menor fortuna, pero con gran concentración y entrega, en trabar bien los mimbres para tener el soñado cesto de un Estado independiente. Pero al señor Mas no queda otra que aplicarle el célebre aforismo de James Joyce sobre los nacionalistas cerriles y trogloditas: «Háganse el favor, ya que no pueden cambiar ustedes de país, cambien por lo menos de tema».