Restringido

El funeral

La Razón
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Muchos creían, y yo mismo empecé a sospecharlo, que asistíamos al solemne funeral político de Mariano Rajoy. Por todas partes se oía el gori-gori. Más de uno lo veía zombi desde el día que le dijo al Rey que no. Albert Rivera, que aspiraba a ser su heredero natural en la derecha, le apretó el brazo con fuerza, creyéndole acabado, para que firmara ya el testamento, aunque fuera con letra temblorosa, haciéndole a él y a su socio, Pedro Sánchez, herederos universales con la entrega de las llaves del poder. Urgía quitarse del medio al gallego, que, a lo zonzo, acostumbraba a ganar todos los pulsos cuando nadie lo esperaba. Hasta se malmetió entre su gente para que le dejaran solo y aceleraran la agonía. Alguno de los suyos se había prestado ya a ejercer de Bruto en los idus de marzo. «Está acabado», «está muerto y no lo sabe», «es un cadáver político», «es el tapón que impide las reformas y el cambio», pregonaban por las esquinas los incautos y los aprovechados. Y arrojaban basura sobre el cortejo desde las ventanas. Nunca un funeral político figurado se había recibido con tanta inquina desde Adolfo Suárez.

Fue entonces cuando se abrió la sesión y el muerto viviente subió a la tribuna de oradores. Pocas veces se había oído allí, en el templo solemne de la soberanía nacional un discurso tan demoledor, tan cargado de sarcasmo, tan brillante, tan tremendo, tan divertido. Los que daban por hecho que los suyos renegarían de él se quedaron anonadados y enrabietados. El entusiasmo estalló en la bancada de la derecha, los militantes recobraron el ánimo y millones de votantes se unieron al unánime aplauso desde la distancia. Albert Rivera se había equivocado de funeral. Pensaba que asistía al entierro de Mariano Rajoy y resultó que el muerto, como algunos sospechábamos, era Pedro Sánchez, su socio. En las terminales mediáticas del PSOE no se lo creen aún y siguen acudiendo al tanatorio equivocado. Iglesias se relame: «El PSOE, RIP». Todo esto ocurrió un miércoles de Cuaresma. Por si sirve de lección y de advertencia, «acuérdate, Rivera, de que eres polvo y en polvo te convertirás». Visto lo visto, lleva razón León Felipe: «¿Por qué habéis dicho todos / que en España hay dos bandos / si aquí no hay más que polvo?».