Literatura

Irene Villa

El hijo de todos

La Razón
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Nunca tanta gente había llorado tanto y a la vez como cuando se confirmó el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Tampoco olvidamos aquellas masivas manifestaciones en toda España al grito de «¡Vascos sí, ETA no!», o «¡ETA, escucha, aquí tienes mi nuca!». Su hermana, Mar Blanco, presidenta de la Fundación que honra su memoria, llama a la unidad de los agentes sociales para que el potente y sanador «espíritu de Ermua» siga vivo porque «tras el final de ETA queda vencer la batalla por el relato de la verdad» y evitar así que los terroristas y sus cómplices queden en esa injusta y mezquina «equidistancia del conflicto». Ayer se presentó en Madrid el libro «Miguel Ángel Blanco. El hijo de todos. Vida y asesinato del mártir que venció a ETA». Es la verdad simple y sencilla de quienes no pueden defenderse, dedicado a todas las víctimas de ETA. Un gran tributo contra la barbarie y la sinrazón. Un relato sobrecogedor que constituye un apoyo maravilloso y un empujón tan necesario como insustituible para nuestros ánimos. Sin ese apoyo, calor y cariño, cuesta mucho seguir adelante, que si bien es un compromiso ineludible, a veces constituye una labor titánica. Consuelo Garrido, madre del concejal secuestrado y asesinado, le nombró «hijo de todos». También quería ser padre. De dos hijos, como los que concibieron en la cárcel sus verdugos, la sanguinaria pareja formada por Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, y Irantzu Gallastegui, alias Amaia. Un libro que contiene datos inéditos sobre la vida del concejal, bromista, músico y comprometido que envalentonó a un país instado a ser sometido al miedo. Gracias, Miguel Ángel Mellado, porque, como tú dices, «el personaje, mártir y revolucionario merecía una historia larga, un libro», que nos ayude a no olvidar. Está escrito además con una sensibilidad que emociona en cada párrafo y con una verdad que atraviesa las vísceras y nos rompe de nuevo el corazón como hace 19 años. Como dice el autor: «La rectitud y la libertad merecen la pena, aunque puedan costar la vida».