Alfonso Ussía
El impertérrito
No he sido benévolo ni amable con muchas decisiones y políticas de Rajoy. Me he sentido, en ocasiones, profundamente decepcionado. Pero a medida que pasa el tiempo y las contigencias empeoran, estoy aprendiendo a valorar positivamente sus circunstancias. La fundamental, sus enemigos. A Rajoy no lo soportan ni los antisistema, ni los chulos del dinero público ni los cercanos liquidadores de nuestra riqueza común. A Rajoy lo insultan y degradan los portavoces y comisarios políticos de la izquierda en los medios de comunicación. Y Rajoy, erre que erre, mantiene su programa de recortes y recuperación económica impertérrito, ajeno a toda presión de la programada calle vociferante. He manifestado mi estupor por la suave reacción de Rajoy ante la infumable grosería del secesionismo catalán. Y con su candor ante la mafia etarra. Pudiera ser que el silencio y la paciencia sean las mejores armas para debilitar poco a poco los cimientos del edificio que alberga el sentir aldeano, siempre que se actúe con contundencia cuando la situación lo requiera. En el pasado Debate del Estado de la Nación, Rajoy se tragó a Rubalcaba crudamente, sin sal ni pimienta. Fue un debate caníbal, donde un hombre sosegado se zampó a otro. Sólo abandonó Rajoy su control emocional con Rosa Díez, que desea y exige una regeneración de la política española. Entiendo el desconcierto airado de Rajoy, porque doña Rosa, la regeneradora, lleva más de treinta años viviendo en y de la política en España, y en ocasiones parece olvidarse de ello. Discrepo de su serenidad y de su permanente disposición para seguir manteniendo a los que más disfrutan con sus heridas. Gracias a Rajoy y a su equipo económico se sostienen los dos grupos de comunicación que más le han torturado. El de Prisa y el de Roures. En el primero –que dice ser de izquierdas–, le ha metido a la banca en su accionariado. Y el segundo, el gran invento mediático de Zapatero, ruinoso sin la ayuda involuntaria de los contribuyentes, autorizó que se lo endosara a Antena 3. Unos y otros siguen arreándole de lo lindo, como hizo el todavía poderoso grupo de Polanco cuando Aznar, Rato, Álvarez-Cascos y Gallardón le concedieron todo a cambio del constante vituperio. Pero ese error es muy propio de la derecha española, que ya me dirán ustedes cómo puede mantenerse una empresa que debe más de tres mil millones de euros si no es por la ayuda del Gobierno o de la banca, es decir, que de izquierdas sólo la superficialidad de la epidermis. Y Roures, el trotskista de los ferraris, en lugar de agradecer las buenas voluntades se empeña en emponzoñar el ambiente hasta límites insospechados. Pero la política es así, y los que no estamos encima de la boina, no nos enteramos de nada.
Esos enemigos virulentos de Rajoy, me ayudan, sin grandes entusiasmos,a seguir creyendo en Rajoy. Hemos asistido a una placentera paz social mientras nos estábamos arruinando, y ahora que se han puesto en marcha todos los mecanismos para que España pueda recuperarse, la izquierda y sus sindicatos, fundamentales responsables de la quiebra, intentan recuperar en la calle lo que las urnas le negaron con contundencia. Es decir, que han encontrado la calle en lo que antaño sólo vieron jardines, lagos y niños sonrientes, como en una portada de almanaque.
Me abruma la rígida paciencia de Rajoy. Pero aún confío en la recuperación, siempre que no vuelva a caer en el error de abrazar con excesiva frecuencia a sus más enconados enemigos. Los que se sostienen gracias a él y su Gobierno, por otra parte.
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