Julián Redondo
El malo
Joseph Blatter encargó a Michael J. García, antiguo Fiscal General de Estados Unidos, una investigación sobre los chanchullos de la FIFA. Cuando «Sepp» leyó el informe le pareció tan escandaloso que lo guardó en un cajón. «El mundo se divide en dos, Tuco (Eli Wallach): los que encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la pala». Blatter se arrogó el papel del «Rubio» (Clint Eastwood) y va a terminar como «Sentencia» (Lee Van Cleef). Ya no es el bueno, ni siquiera el feo, es el malo. El Comité de Ética de la FIFA piensa suspenderle 90 días. Es como si el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol sanciona a Villar.
A Blatter le han sacado los colores en los cinco continentes, sin darse por aludido; la Fiscalía suiza le ha abierto un proceso por gestión desleal y abuso de confianza –paisanos suyos que no sospechan, que afirman–, y la anécdota adquiere rango de culebrón ahora que en su casa no sólo le reprenden sino que le castigan.
El asunto pinta tan mal que el escándalo empieza a salpicar a Platini, aspirante en la sucesión, a quien nueve años después de «hacer un trabajo» le pagó 1,8 millones de euros.
Vito Corleone reprendió a Santino por decir lo que pensaba delante de gente que no conocía. Blatter se sintió poderoso y a salvo, omnipotente; su audacia llegó a tal extremo que al encargar a un jurisconsulto la revisión de los trapos sucios de la FIFA que él preside aceptó implícitamemente que hurgara en su trayectoria. Le asustó el dossier y lo ocultó. No lo suficiente. Poco a poco salen a la luz los tejemanejes. Esto es un novelón, y no las diferencias entre Benítez y Ramos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar