Literatura

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El Nobel Dylan

La Razón
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La Academia Sueca le ha concedido a Bob Dylan el Nobel de Literatura, por haber creado una nueva expresión poética. Voces a favor y en contra. La mía está entre las primeras. La poesía cantada es poesía, y Dylan es un notable poeta. El Nobel de Literatura casi siempre nos sorprende con un escritor coñazo que muy pocos han leído. En España tenemos el ejemplo de don José Echegaray. En el ingenio satírico que habita, según acuñación de Jaime Campmany en «El jardín de las víboras», la concesión del Nobel a Echegaray fue motivo de muchos cachondeos. Era Urrecha un crítico de teatro acomodaticio y simplón, y a Valle-Inclán se le atribuye la maldad que sigue: «En Bombay dicen que hay/ terrible peste bubónica,/ y aquí Urrecha hace la crónica/ de un drama de Echegaray./ ¡Están mejor en Bombay!». El poeta José Medrano, saltó en el siglo, e inspirado en la quintilla anterior escribió la siguiente con motivo del ingreso de Juan Luis Cebrián en la Real Academia Española: «En Ceilán dicen que están/ con una grave epidemia./ Y aquí, la Real Academia/ le da un sillón a Cebrián./ ¡Están mejor en Ceilán!». Al pobre Echegaray lo tenía frito don Ramón del Valle-Inclán, que disfrutaba pateando en los estrenos del desdichado Nobel. Don Ramón ceceaba, y en el primer acto del drama de Echegaray que se estrenaba, un personaje decía refiriéndose a una mujer: «Su piel es de seda, pero su corazón, de acero». Don Ramón se incorporó de su butaca y gritó: «¡Ezo no ez una mujer! ¡Ezo ez un paraguaz!». Y se cargó el estreno.

Bob Dylan es un estupendo poeta cantado por él mismo. Su popularidad, por ser americano, ha alcanzado todos los rincones del mundo. En España hemos tenido grandes letristas de canciones. El sevillano Rafael de León, que entregó su talento al pueblo llano, y Antonio Vega, y Joaquín Sabina, por no cansar con una relación más amplia. Pero el límite de lo español no puede compararse con la arrolladora dimensión de lo americano. Groucho Marx es conocido y venerado en todo el mundo. Luis Sánchez Polack, «Tip», que fue más ingenioso y genial que Groucho, no superó las fronteras de España. Pero no hay que escandalizarse con el Nobel de Bob Dylan, apuesta arriesgada y culminada con éxito. Todos hemos propuesto el amor con renglones de Bob Dylan, cuya capacidad poética es torrencial y magnífica.

Así como el Nobel de la Paz que se concede en Noruega es un premio desprestigiado que parece deliberado y concedido por un grupo de gamberros etílicos, el Nobel de Literatura lo otorga en Estocolmo un jurado compuesto por literatos y filólogos expertos en aburrimientos. El escandinavo es, generalmente, un ser humano adherido a la rareza. Vive gran parte del año sin horas de luz, y cuando la luz llega, lo hace sin horas de noche. Ese desequilibrio convierte a los escandinavos en personas ajenas a la normalidad. Y actúan a su manera, que no acostumbra a ser una manera racional y correcta. De cuando en cuando, aciertan. En nuestro idioma tenemos a Cela, Vargas Llosa y García Márquez, tres escritores portentosos. Don Jacinto Benavente fue un gran autor de Teatro, y ocupa un digno lugar en la relación de premiados. Echegaray fue una broma sueca que todavía muy pocos han entendido. El Nobel de Literatura, en los últimos decenios es, con excepciones, una antología del tostón literario, étnico, local y absurdo. Con Bob Dylan la Academia Sueca ha premiado la buena poesía, el Nobel cantado, según Andrés Calamaro, otro talento en la compenetración de la palabra y la música.

Millones de lectores no han leído ni leerán a la mayor parte de los Nobel de Literatura. A Dylan, millones de lectores y amantes de la música lo hemos oído y leído.

Algo tendrá el muchacho.