El desafío independentista
El palo y la zanahoria
El paso del diputado Homs por el banquillo del Tribunal Supremo no ha producido ninguna conmoción política. Este hombre, lo mismo que Artur Mas, creían que su presencia ante los jueces iba a hacer temblar las estructuras del Estado. Y no digamos si la Justicia se atrevía a dictar condena e inhabilitarlos. Para Homs, sería el fin del Estado de Derecho nada menos. Y toda Cataluña se levantaría contra España. Debe de ser decepcionante comprobar que sus fantasías de nacionalistas iluminados no se cumplen. A casi nadie en Cataluña ni en el resto de España les importa nada su suerte.
El proceso al aforado Homs ha coincidido con una nueva presencia del Rey en Cataluña, donde ha elogiado la colaboración «leal y generosa» del Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona en la organización del «Mobile World Congress», presentándolo como un modelo a seguir. Después ha mantenido otros encuentros interesantes. Parece que en este aspecto –la creciente presencia de Felipe VI y su actuación, más o menos callada, tendiendo puentes– no pueden hacerse hoy muchos reproches al Rey ni al Gobierno.
En esta segunda legislatura de Rajoy, la Moncloa está esforzándose en mantener una presencia constante en esta conflictiva comunidad y una permanente política de diálogo. Nada que ver con la imagen de confrontación que tratan de ofrecer Mas, Homs y compañía. Por lo demás, se tiene la impresión de que los nacionalistas más sensatos están buscando una salida al atolladero en que se han metido. A estas alturas saben que no habrá referendum. Lo único que les queda, es calentar el horno para unas elecciones adelantadas. En eso están. Asistimos, como se ve, al clásico juego del palo y la zanahoria.
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