Restringido

El patriotismo

La Razón
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La conmemoración de la Fiesta Nacional es una práctica común en el mundo actual, que tiene por objeto el que las naciones modernas, a través de la misma, reafirmen su identidad histórica, cultual, social y política. Con esa celebración se recuerda solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural, social y político común que les han forjado como nación, reforzando el sentido de unidad y el orgullo de pertenencia para todos sus ciudadanos.

Así, el 3 de octubre en Alemania, el 2 de julio en Italia, el 4 de julio en EE UU y el 14 de julio en Francia... conmemoran los hechos más relevantes que les llevaron a su configuración como las grandes naciones que hoy son, recordando la reunificación, la independencia, la reconciliación nacional y el orgullo de pertenencia a cada uno de esos países, identificándose con un proyecto colectivo común en cada caso.

El 12 de octubre es el día de la Fiesta Nacional de España, y al igual que en los casos anteriores, a través de su celebración, también se busca recordar solemnemente esa historia común que nos ha traído hasta aquí y nos ha forjado como una gran nación, la más antigua de Europa, con más de quinientos años, y con un proyecto colectivo que nos permite competir y prosperar en un mundo complejo y global como el que nos ha tocado vivir.

No es esta fiesta una ocurrencia de unos pocos en nuestro país, ni una conmemoración de algunos nostálgicos de regímenes anteriores, ni un intento de patrimonializar algo de todos los españoles, ni se puede identificar ni mucho menos como una imposición de unos sobre otros, como algunos están interesados en señalar de manera machacona.

Su reconocimiento está establecido por la Ley. Una ley constitucional promulgada bajo un Gobierno socialista (no «facha», ni de derechas, ni popular, como a algunos les gustaría para deslegitimarla), con el objetivo de recoger todo lo que esta fiesta debe reflejar de nuestra historia común como gran país, al igual que ocurre con otras grandes naciones en el contexto internacional actual.

En efecto, la Ley 18/1987 de 7 de Octubre regula la Fiesta Nacional de España, y declara que esa fiesta tendrá lugar el 12 de octubre de cada año, y «simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos». Es ésta una fiesta, por tanto, que debería ser una oportunidad para superar nuestras diferencias y afirmar lo que nos ha hecho ser lo que somos y lo que nos une a todos.

Sin embargo, un año más, ha sido utilizada por algunos para hacer, desde su manifiesto desconocimiento de lo que conmemora este día, una patética demostración de su «progresismo y modernidad» –la izquierda radical y antisistema de Podemos, la CUP...–, y por otros, para volver a manifestar con su no asistencia su desafío al Estado y a la unidad de España. Unos de manera manifiesta, como ocurre con Cataluña. Y otros de manera más callada –pero no por ello más alejada del mismo propósito tal y como suelen repetir en sus actos de «afirmación nacional»–, en el caso del País Vasco y Navarra, cuya ausencia de esta celebración se repite cada año en el primer caso, y se incorpora en el segundo con la llegada de Bildu al Gobierno foral.

Esta misma situación es la que se repite cuando del uso de los símbolos nacionales se trata, o de la obligatoria presencia de los mismos en las instituciones. La ausencia de banderas en las sedes oficiales, la colocación de otras no admitidas por el orden constitucional, los pitidos al himno o a la bandera no son cosas menores. Detrás de ellas se esconden, en el mejor de los casos, el desconocimiento de lo que son y lo que representan, y en el peor, un desafío al orden constitucional y a la Ley ante el cual no se puede permanecer impasible.

Ha sido la dejadez o el mal cálculo de la importancia relativa de estas actitudes los que han hecho que hoy tengamos que enfrentarnos a estos desafíos independentistas en Cataluña y a las bravuconadas de los antisistema. Debemos actuar también en este caso desde ahora para evitar que las cosas vayan a más, complicando la solución posterior.

El día de la Fiesta Nacional es el día de la patria en España y en todos los países modernos de nuestro entorno. Y la Patria se define como la tierra natal o adoptiva ordenada como nación a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Ser patriota por tanto no es más que amar a la patria así concebida. Son aquellos que descalifican esta fiesta, su presencia institucional o la presencia de los demás los mismos que desafían la unidad, el orden constitucional, la Ley y el sistema que nos hemos dado entre todos. No caigamos en la manipulación fácil de los que quieren presentar la defensa de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, de nuestros símbolos y la de nuestra nación como una actitud patriotera, detrás de la cual sólo buscan de nuevo obtener sus propósitos falseando la verdad, manipulando la realidad y socavando torticeramente el orden constitucional.