Terrorismo
El preocupado tardío
No está científicamente demostrado que las ratas se preocupen por circunstancias inesperadas. Preocuparse, es decir, sentir intranquilidad, temor, angustia o inquietud por algo que ha sucedido, está sucediendo o promete ocurrir. No soy aficionado a las ratas y me interesan menos que nada. Me encantan los animales, pero no entran en mi espacio del encanto ni las ratas ni las serpientes ni los escorpiones. Si dejaran de existir las ratas, las serpientes y los escorpiones o alacranes, la piel y la soterra del planeta azul lo agradecería. Las serpientes y los alacranes producen, en la mayoría de los humanos, prevención. Si las primeras son venenosas, a la prevención hay que sumar el miedo. Lo mismo sucede con los escorpiones. Las ratas no atemorizan. Se limitan simplemente a dar mucho asco. No se preocupan. Preocupan a los que viven en su cercanía.
Si algunos, entre los humanos, se parecen a las ratas, son los terroristas. Son cobardes, traidores, sucios, malolientes y sólo peligrosos en grupo. A una rata se le endilga una patada y la rata protesta y huye. A diez ratas es más complicado derrotarlas. La hiena, que es cobarde y aprovechada, no se atreve a enfrentarse a una leona. Diez hienas acaban con la vida de la leona, de su esposo el león, y de sus hijos en pocos minutos. Pero la hiena tiene un empaque del que carece la rata. La rata es lo peor de lo peor. Se adueña de la mugre y de la muerte. Vive en las cloacas y las alcantarillas. Transmite infecciones y enfermedades. Es mucho más preocupante que preocupada.
Hace treinta años, las ratas cobardes de la ETA, la banda terrorista a la que pertenecía Arnaldo Otegui, explosionó un coche-bomba en Barcelona que acabó con la vida de más de una veintena de inocentes. Otegui no se manifestó preocupado por la matanza. Otegui, como el resto de sus compañeros etarras, celebró la masacre. No se preocupó por nada. Ni por los inocentes muertos en los sótanos de un supermercado, ni por sus familiares, ni por sus familias, ni por su dolor. Otegui no envió mensajes de condolencia a través de las páginas del «Egin». En aquella ocasión fue consecuente. No se puede lamentar lo que se ha celebrado previamente con brindis de chacolí y pinchos de barra de «herriko-taberna».
Pero en su evolución, se ha convertido en un preocupado tardío. Ahora se preocupa. Su mensaje en las redes sociales no deja espacio a la duda: «Noticias muy preocupantes en Barcelona. Prudencia y solidaridad con la víctimas de este ataque y con el conjunto de los ‘‘Països catalans’’». Se deja analizar el mensaje. Ruega solidaridad con las víctimas y les recomienda prudencia. Lo segundo, en mi opinión, sobra. Las víctimas, como los asesinados y heridos en Hipercor, estaban muertos o camino a los hospitales. Los muertos no requieren prudencia, y los heridos y mutilados, tampoco. Los segundos precisan del saber de la ciencia y del amor de otros seres humanos para superar sus tragedias y la injusticia de sus dramas. Y posteriormente mete de ripio lo de los «països catalans», que es una chorrada.
Pero lo fundamental es que las noticias de Barcelona le produjeron una gran preocupación. Y ese detalle hay que recordarlo. Desde que intimó con Iglesias Turrión, Monedero, Errejón, Garzón y Sánchez, emergió en su piel la sensibilidad del preocupado tardío. Más de veinte tumbas esparcidas por los cementerios de España le hubieran agradecido su preocupación en el momento de sus muertes adelantadas. Pero en aquellos años, a Otegui no le preocupaban tanto las víctimas del terrorismo. Era él uno de los que las sentenciaban a morir por el mero hecho de estar en un lugar en el instante menos oportuno. Le importaba un bledo que los muertos fueran adultos o niños. No le preocupaba. Se limitaba a celebrar el éxito de «la acción armada».
Me va a permitir el preocupado roedor que dude de su sinceridad. Ese mensaje nada tiene que ver con los sentimientos humanos que deploran una masacre. Tiene la suciedad del oportunismo político. No le preocupa nada lo que sucede en Barcelona cuando redacta ese mensaje. Le preocupa su imagen, y el provecho que puede obtener desde su clamorosa falsedad. Otegui se ocupa últimamente de recibir y homenajear a los asesinos etarras que han cumplido su condena. Jamás lo hemos visto en un cementerio ante la tumba de un niño asesinado por la ETA, es decir, por los suyos. No sólo es un preocupado tardío, sino un cínico farsante.
Una rata de la peor especie, escrito sea con el permiso de las ratas.
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