Cristina López Schlichting
El tamaño no es el problema
Una vez le afeé a una periodista famosa su desprecio de la vida del embrión –discutíamos sobre abortos tempranos– y me contestó con toda la cara: «No seas ridícula, ¿tú sabes lo pequeños que son?». Nunca he entendido que se relacione el cuidado que merece un ser humano con su tamaño, edad o condición. La nueva técnica de modificación del ADN que recoge la revista «Cell» tiene, por lo menos, dos desafíos graves. El primero, la experimentación en humanos del proceso que el equipo de investigadores ha llevado a cabo en ratones. Los tejidos humanos no siempre reaccionan como los animales, sobre todo a largo plazo. ¿Vamos a obligar a un niño a convertirse en un posible monstruo o incluso a morir, con el fin de ver si su ADN modificado da problemas en su evolución? La otra pregunta es si los primeros experimentos que se hagan –con eliminación de embriones humanos– se pueden siquiera realizar. Aunque se usen embriones desechados de las clínicas de fertilización, no dejarán de ser embriones completos, con perfecta dotación genética, que, implantados en mujeres, serían uno más de entre nosotros, ¿tenemos derecho a condenarlos para que en el futuro otros se beneficien? ¿Puede usarse un hombre para favorecer más adelante a otro y, sobre todo, a costa de su vida? Los nazis creían que sí, pero yo creo firmemente que aquella experiencia terrible nos ha servido para aprender que no. Por «pequeño» que sea el embrión humano.
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