Eurocopa 2016
El tamaño que importa
Todo el morbo del mundo concentrado en un partido que en España llama un poco la atención, porque es una semifinal de la Eurocopa. Un encuentro, interesante siempre para la gente apegada al fútbol, que despierta un poquito más de expectación porque juegan Portugal, el vecino de península, y Gales, una selección tan cenicienta como Islandia en este torneo. Un choque que, por encima de cualquier otro razonamiento, atrae una barbaridad porque, a pesar de la todavía indemostrable superioridad lusa, el duelo entre Cristiano Ronaldo y Gareth Bale alimenta todo tipo de conjeturas y fomenta las más variadas predicciones de futuro.
El tamaño no importa, o sí; ¿y el ego? El de Cristiano es astronómico. Él, sin necesidad de la intervención del inseparable Jorge Mendes, se encarga de sostenella y no enmendalla. «Me tienen envidia porque soy rico, guapo y un gran jugador», ha declarado, hinchado como un pavo real. Rebatir su extraordinaria cuenta corriente y su excelencia futbolística es absurdo y gratuito; en cuanto a su belleza, todo es discutible, como lo del tamaño. Ronaldo está encantado de haberse conocido y, con razón o sin ella, lo demuestra con sus gestos en el rectángulo de juego. Sabe que es el astro de Portugal; también el gallo en el vestuario del Madrid. Y no lo oculta. Se molestó una barbaridad con Rafa Benítez cuando éste viajó hasta Cardiff para hacerle la corte a Bale. Desde entonces el ídolo galés ha crecido y se le ven los espolones. Si hoy marcara el paisano de Catherine Zeta-Jones y su humilde selección entrara en la final, y si Cristiano y sus muchachos tropezaran en otra Eurocopa una vez más, el mundo entero cuestionaría el liderazgo de «CR7». Y no sólo eso, en la caseta madridista el papel del británico dejaría de ser secundario, llamado como está a convertirse en el jugador franquicia del Bernabéu.
Si gana Portugal, Cristiano levitará junto a la sonda Juno sin necesidad de emplear cinco años en el viaje; pero si se clasifica Gales, la fama de Bale alcanzará Júpiter en un santiamén y la gesta equivaldrá al tamaño del quinto planeta del sistema solar.
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