Crisis en el PSOE
El tiempo sigue nublado
Me dicen que el Rey no encargará a nadie formar Gobierno, en el escaso tiempo que resta hasta el día 31 de este mes, si no está seguro de que el propuesto dispone de los votos suficientes para la investidura. Otro fallo más, no. Parece una postura razonable. Y aún no está claro que el PSOE, en manos de la gestora y en pleno desconcierto, acceda a facilitar con la abstención la continuidad de Rajoy en La Moncloa contra el sentir general de su militancia. Javier Fernández, el gestor, les ha dicho que «peor que una mayoría del PP será una mayoría absoluta del PP» si vamos a las urnas por tercera vez en un año. Pero aquí no se atiende ya a razones en un ambiente tan encabronado y el «no es no» sigue ampliamente vigente.
Me dicen que Sánchez tenía ya amarrado en secreto –o eso creía– el pacto con Podemos y con los soberanistas, lo que motivó la rebelión de los que lo han defenestrado. Había que impedir a toda costa semejante despropósito para intentar salvar lo que quedaba de la rosa. Falta saber si los que han tomado las riendas se atreverán a modificar el criterio del comité federal de impedir a toda costa la investidura de Rajoy. La disyuntiva es complicada: si lo hacen, habrá deserciones en las filas y se agudizará el cisma interno y, si no, volveremos a votar el 18 de diciembre y el desastre socialista puede ser irreparable. Asistimos, pues, a la pugna encarnizada entre la pasión y la razón política. Me dicen que Rajoy, aunque no pueda decirlo en público, prefiere ir a nuevas elecciones, donde espera que el PP se consolide y mejore posiciones. Con la crisis y la dispersión de las izquierdas –también de Podemos– y con C’s en cuarto menguante, podemos estar a punto de pasar en poco tiempo del sistema bipartidista al pluripartidista y de éste al sistema de partido dominante, con más escaños que todos los demás juntos. Así que el político gallego, una vez superado el peligro del «Gobierno Frankenstein» que pretendía Sánchez, sabe que tiene todas las bazas en la mano para seguir siendo el inquilino de La Moncloa. Por tanto, no es previsible que desarrolle en las próximas semanas una actividad frenética en busca de apoyos para la investidura. En realidad, la actividad frenética no es nunca lo suyo. Prefiere esperar y ver. Y así no le ha ido mal del todo al político gallego.
Me dicen, en fin, que las relaciones entre La Moncloa y La Zarzuela no pasan por su mejor momento, sino todo lo contrario. Algo se quebró entre el Rey y el presidente cuando éste rehusó el encargo regio de presentarse a la investidura. Recientemente, un imprudente comentario de altura que venía a decir que «con su padre, con el Rey Juan Carlos, hace tiempo que habría Gobierno en España», que alguien comunicó enseguida al padre y al hijo, ha sido, según me cuentan, la última razón del desencuentro. En todo caso, el Rey Felipe VI va a mantener su escrupulosa neutralidad sin interferencias indebidas y, como digo, sin volver a proponer a nadie que no tenga asegurados los votos necesarios. Entre unas cosas y otras, el tiempo político, como se ve, sigue cubierto de nubarrones. Aún no escampa.
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