Martín Prieto
El tuerto era el útil
Si el mulá Omar falleció hace dos años en un hospital de Karachi hubo de estar bajo la protección (o secuestro) de una de las dos facciones de la inteligencia militar pakistaní: la islámica moderada o la proestadounidense. Tras la demonización inicial del tuerto alguien debió caer en la cuenta que este pastún yidahísta era fundamentalista pero con una estrategia nacional y no multilateral como la de Bin Laden del que solo fue socio coyuntural contra la invasión soviética. Omar fue un aparcero pobrísimo, analfabeto, que a base de recitaciones en las madrassas aprendió de memoria el Corán literal del siglo V después de Cristo. No todos los pastunes (43%) son talibanes, pero todos los talibanes son pastunes. Dotado de una austeridad de estilita, coraje físico y una fe de obsidiana lideró su etnia mayoritaria y gobernó hasta Kabul el Afganistán de entreguerras siempre en conflicto con los kayikos del norte y otras tribus menores, más interesadas en el cultivo del opio que en discusiones teosóficas. La esquirla de un helicóptero ruso le enucleó un ojo y se arrancó la piltrafa colgante restregándola contra una pared, hoy objeto de veneración. Le interesaba Bin Laden por su contribución a la resistencia antisoviética, su identidad saudí y su cosmopolitismo financiero en el mundo árabe, pero entre el destripaterrones y el que fuera niño pijo por Marbella no había química ni menos una estrategia común. Omar nada tenía que ver con Al Quaeda y se enteró por radio del 11S, quedando horrorizado al dar por inevitable otra invasión. De Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Bush Jr., se comenta en Washington, la ciudad más chismosa del mundo, que defeca cuadrado, y desarrolló la tesis del triángulo Laden-Omar- Saddan Hussein, que ni se conocían ni compartían estrategia alguna. El resultado de tanta inteligencia es el séptimo Califato sobre los escombros de Siria e Irak . La CIA y la Agencia Nacional de Seguridad parecen dirigidas por Mortadelo y Filemón.
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