Julián Redondo
El valor de las derrotas
De cuando en cuando una derrota acentúa el valor del éxito. Privados de esa miel triunfal, transformado el dulce sabor de la victoria en amarga hiel, parecerá entonces que no es tan sencillo acumular éxitos, sumar y sumar títulos hasta el punto de nacionalizar un deporte o convertir campeonatos internacionales en domésticos. Las motos, por ejemplo. Más. Dos empates han bastado para que la selección de hockey patines, la mejor selección en la historia del deporte español, no sumara su octavo título europeo consecutivo, después de haber logrado el pasado año en Angola el quinto Mundial, sin paréntesis. La última vez que perdió fue en 2003, contra Italia, la sucesora. El subcampeonato de Alcobendas no menoscaba la labor del presidente Carmelo Paniagua, del capitán Pedro Gil ni de Quim Paüls, sucesor de Carlos Feriche. Este razonamiento también sirve para el fútbol. Seis años de gloria ininterrumpidos, dos europeos y un Mundial, empañados, temporalmente, por un batacazo. La decepción, el fiasco, el fracaso total, pero no la tumba de un equipo de fábula ni de un seleccionador que presenta un currículo ejemplar, pese al trompazo. Vicente del Bosque ha ganado dos Ligas de Campeones, dos Ligas, una Copa Intercontinental, una Supercopa de Europa y una Supercopa de España con el Real Madrid; con la Selección, un Mundial y un Europeo. El 7 de enero de 2013 la FIFA le reconoció como el mejor entrenador del mundo y le entregó el Balón de Oro. El camino que tiene por delante está sembrado de minas, más que cuando relevó a Luis. Cualquier traspié le explotará en la cara; pero valora el riesgo y lo asume. Hay estilo y cantera.
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