Ely del Valle

En el fondo del mar

Ayer fue el séptimo día de campaña y el quincuagésimo tercero del calvario de Susana Díaz, que está que no se lo cree, y con razón. Debe de ser muy duro estar convencida de que convocar elecciones anticipadas para convertirse en la reina del baile iba a ser un paseo cuesta abajo y encontrarse de pronto con que lo que ha organizado es una carrera en el fondo del mar en la que ella participa con grilletes en los tobillos mientras que los «pezqueñines» que se suponía que le iban a ayudar nadan alegremente a su alrededor enseñándole la llave que podría liberarla de su lastre.

El gran error de Susana ha sido creer que la ambición por tocar poder, que ella sí tiene, era algo compartido por los partidos emergentes, y que el sentido de la responsabilidad, que ella no tiene, iba a empujar al PP a sujetarla.

Tiene razón la presidenta –todavía y para rato– en funciones: el paripé de la tercera votación de su no investidura ha sido ridículo –fundamentalmente para ella–, pero es que además ha rebajado, ya de manera inequívoca, la aureola de lideresa que algunos se empeñaron en colocarle, y que, visto lo visto, no era más que un engañoso efecto lumínico que ella misma se llegó a creer.

Para colmo, y como complemento de su nefasta estrategia de intentar convencer a la oposición tachándola poco menos que de golpista, aparece el asunto de Aznalcóllar, que más que una mina es una granada que le ha explotado en las manos y que dificulta aún más un posible pacto con cualquier partido que pretenda llegar a las elecciones generales con los zapatos limpios de barro. Y, a pesar de eso, Susana se ha empeñado en escenificar su escarnio olvidándose de que, como muy bien dice José Mota, si hay que ir se va, pero ir pa ná, es tontería. Allá ella.