Julián Redondo

En la cresta de la ola

Hemos extraviado los huesos de Velázquez, Lope de Vega y Calderón de la Barca, quién sabe si también los de Cervantes, que aún no aparecen; pero no el tiquitaca, ese estilo futbolístico que costó un siglo descubrir. Recién llegado del Mundial de Alemania, donde, fiel a su costumbre, España fue eliminada en octavos, y lo de menos es que cayera ante Francia, Luis Aragonés decidió que, como no se podía luchar contra la «condición física de base» de armarios de tres cuerpos como Vieira, era preciso dar un golpe de timón. El giro fue de 180 grados y de aquel camelo de la furia se pasó directamente al fútbol de altísima escuela. La apuesta consistía en plasmar sobre un rectángulo de 105 por 70 el genio de Velázquez, Lope y Calderón en torno a una pelota, elemento fundamental que había que cuidar como si fuera un incunable del Siglo de Oro. Y para combatir a los Vieiras que por el mundo había, Luis recurrió a Xavi, Iniesta, Cesc, Villa, Senna... Y lo bordaron. Después, Del Bosque heredó del «Sabio» jugadores y estilo, y, en lugar de sufrir un ataque de entrenador, conservó los pilares de la Selección con los retoques oportunos y su sello: humildad y templanza. Novedad principal: Xabi y Busquets, doble pivote. Susto morrocotudo: gana Suiza. Tras la derrota, las críticas; pero el seleccionador mantuvo la calma y el esquema. Creía en los jugadores, en el sistema y en el grupo. Ni justificó el traspié ni recurrió a los malos comienzos de España en las grandes citas, un hábito que prevaleció en el prólogo del éxito más importante del fútbol español. Hoy es el primer partido... Hay nervios que ni los jugadores de la primera selección del mundo pueden desterrar. La Roja es un compendio de la plantilla más fuerte y de la excelencia en equipo; lo cual no garantiza el triunfo, pero lo acerca. Que no se pierdan sus valores como los huesos de aquéllos. Confiemos.