Alfonso Ussía

Ena y Ona

Carmena y Carmona, a partir de ahora Ena y Ona, tienen previsto convertir en una granja los campos de golf del Club de Campo de Madrid. Mientras el Real Club de la Puerta de Hierro pertenece al Patrimonio Nacional, el Club de Campo tiene diferentes dueños, con mayoría municipal. En un principio, el Club de Campo se fusionó con la Real Sociedad Hípica Española, con un alto porcentaje de militares entre sus socios. Mantiene sus magníficas instalaciones y su pista de saltos es modélica y ha sido elogiada e imitada por los mejores clubes hípicos de Europa. Cuenta además con dos campos de golf, y ha sido escenario de torneos golfísticos del máximo nivel. La desaparecida «Canada Cup» que conquistó Sudáfrica y Gary Player en el plano individual se celebró allí cuando España era sede de muy contados acontecimientos.

El populismo y el ecologismo «sandía» y coñazo aborrecen los campos de golf. Con la simpleza rencorosa que caracteriza a estos movimientos elementales, han decidido que el golf es un deporte de ricos y hay que terminar con los privilegios. Fue un deporte elitista. Ya no lo es. Y España, por medio de sus grandes profesionales, ocupa un lugar muy alto en el mundo del golf, escalada que inició el inolvidable y genial Severiano Ballesteros. Hoy, en Madrid, y en España, hay centenares de magníficos clubes de golf, demasiados para poder mantenerse con las cuotas de los ricos.

Por otra parte, un campo de golf es un monumento al ecologismo, y más aún si se mantienen en perfectas condiciones sus calles y sus «green» con riego reciclado. En los campos de golf vuelan centenares de perdices y torcaces, y no resulta sorprendente toparse con corzos, gamos, venados e incluso, destrozones jabalíes. La calle de un hoyo de golf es, además, un cortafuegos eficaz e insalvable por su anchura. El populismo y ecologismo «sandía» y coñazo, que ha permitido que se violen los mejores paisajes de España con sus molinos de energía blanca, desean eliminar el golf y promover los «campings», cuyas instalaciones sanitarias son lamentables en una altísima proporción. Hay playas que parecen estercoleros gracias a la proximidad de los «ecológicos» poblados de tiendas de campaña.

Ena y Ona –Ena es la que manda y Ona el que obedece acuclillado–, se han propuesto convertir el golf del Club de Campo en una inmensa granja municipal. Semejante tontería sólo cabe en un cerebro de colibrí, o mejor escrito, de chochín, un bellísimo y reducido pájaro que vive y vuela libre y feliz en los campos de golf, junto a perdices, pitorreales, abejarucos y oropéndolas.

A partir de ahora, por decisión de Ena y la baba caída de Ona, Simancas y Pedro Sánchez, el golf desaparecerá en beneficio de las vacas, los cerdos, las gallinas y los pavos. Muchas vacas, muchos cerdos, muchas gallinas y muchos pavos se necesitan para ocupar la extensión del Club de Campo Villa de Madrid que se va a semejar a una Casa de la Pradera a lo bestia, inconmensurable, con los olores y ruidos tan agradables que toda explotación granjera regala a sus vecinos. Porque nada hay más agradable para quien se ha gastado sus ahorros en adquirir una vivienda en las inmediaciones de un campo de golf, que percibir por la mañana el dulce aroma que emana de los gorrinos que Ena y Ona se disponen a albergar en nombre de un pueblo que no ha votado mayoritariamente ni a una ni al otro.

Lo siguiente será desnudar el mástil de la Plaza de Colón y llevar a un almacén municipal a don Blas de Lezo. Todo ello, muy porcino, muy populista, muy progresista, y lo que es peor, muy majadero.