Restringido

Entre el clavel y la rosa

La Razón
La RazónLa Razón

Próximamente celebraremos en el viejo principado de Catalunya la festividad de Sant Jordi, conmemorando la victoria de las tropas aragonesas sobre las musulmanas, en la batalla de Alcoraz de 1096, bajo el mando del rey Pedro I, triunfo debido a la milagrosa aparición de San Jorge, según cuenta la leyenda. Sería ya en el siglo XV cuando se instauró oficialmente el día de San Jorge como patrón oficial de los territorios de la Corona de Aragón en recuerdo de la victoria oscense, siendo primero las Cortes catalanas en 1456 y posteriormente para Aragón en las Cortes celebradas en Calatayud en el año 1461.

En Catalunya, además se regala una rosa el 23 de abril, siguiendo una tradición católica instaurada en la Feria de los enamorados datada en el siglo XV, cuando los participantes en los torneos que se celebraban en Barcelona, coincidiendo con la feria de rosas, obsequiaban con ellas a las mujeres a la salida de misa.

Junto a la rosa, los catalanes regalamos un libro, pero en este caso nuestros próceres separatistas han ignorado ceñudamente su origen, que no se inspira en leyendas ficticias ni apariciones fantasmagóricas, sino que está perfectamente documentado. La elección del día 23 de abril como el día del libro y la rosa, procede de la coincidencia de la muerte de los escritores Miguel de Cervantes, William Shakespeare y del inca Garcilaso de la Vega. La idea original fue promovida por el escritor valenciano, afincado en Barcelona, Vicent Clavel, un editor y político hispanista, fundador de la Editorial Cervantes en Valencia y presidente de la Cámara Oficial del libro de Barcelona, que fue la institución impulsora de la fiesta que pretendía homenajear a nuestro famoso manco y al libro español. En la «Memoria» de la Cámara barcelonesa de 1923 se recoge su iniciativa: «Día del Libro Español, iniciativa de nuestro, compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español». El Rey Alfonso XIII firmó un Real Decreto el 6 de febrero de 1926 en el que se instauraba oficialmente «la Fiesta del Libro Español», con un gran éxito de ventas y entusiasmo popular en Barcelona, especialmente a partir de 1930 debido al impulso del ministro Eduard Aunós y con el amparo del dictador Primo de Rivera.

Hoy en Catalunya el falseamiento de nuestra historia es habitual, los hispanistas somos vilipendiados y proscritos como el «Quijote» de Cervantes, arrinconado y perseguido por los educadores separatistas por lo que significa de símbolo español, obviando la clara identificación del personaje con las tierras catalanas, y sus aventuras descritas de forma majestuosa por el famoso alcalaíno. Hoy Barcelona ha dejado de ser «Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única».

Como el calambur de Quevedo burlándose de su majestad, los separatistas se mofan de España, despreciando a Clavel y apropiándose de una rosa llena de espinas, convirtiendo la antaño patria común de las desventuras quijotescas en un triste solar roto y cojo. Mientras la mayoría de catalanes nos preguntamos, ¿dónde está el Estado?