Profesores
Entrevístame
La selectividad, como todo en la vida, tiene (¿tenía?) sus pros y sus contras: podías haber estudiado y sacado buenas notas durante el curso y, justo ese día, «estar en la luna de Valencia» y responder como si alguien te hubiese usurpado el cerebro. Cuando estudié en EE UU conocí el sistema de la «entrevista». Sinceramente, no sé qué es peor si someterse al examen o al escrutinio del entrevistador. Mientras que el examen contiene preguntas idénticas para todos, en la entrevista, se hacen preguntas abiertas y personalizadas que tienen en cuenta la personalidad, los objetivos, las razones para querer estudiar lo que allí se enseña y el «por qué» precisamente en esa Universidad. Cuando era estudiante, al existir los parciales, consideraba que sobraban los exámenes finales. Ahora, con la perspectiva de los años, en parte, pienso igual. No se trata de aprender algo de memoria sino de aprender. Y, éste, es un proceso dinámico que no se termina nunca. Es más, la enseñanza debería estar enfocada a aprender, esto es, a lograr «instalar» en el músculo la información en lugar de permitir que sea «ruido». Porque «ruido» es todo aquello que se memoriza para ser olvidado en cuanto se necesita espacio para nuevas memorizaciones. Quizá, el nuevo método de entrevistas personales permita diferenciar a los que aprenden de los que memorizan y/o sólo buscan un título, y facilite la entrada a los que tienen vocación y se sienten comprometidos con el aprendizaje y con las enseñanzas. No siempre el que saca mejores notas será el mejor profesional. Quizá sea el turno de vocación, valores y personalidad, «asignaturas» inexistentes en la Selectividad.
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