LaLiga Santander
Equilibrio
En la administración del tesoro, a Zidane le sobró una mano de Ramos y cedió un empate ante el Villarreal. En el Camp Nou, Simeone no cayó en la tentación de renunciar al rigor defensivo ni Luis Enrique al equipo de gala: rondó tanto la portería de Oblak que terminó por perforarla. El Atlético no se entendió con el balón, que no le duraba, y el Barça le castigó por ello. Luego perdió a Messi, el Cholo se demelenó y con Torres y Correa raspó un punto. Al meter luego a Thomas por Carrasco quizá renunció a algo más. Prevaleció el equilibrio para que nada cambiara.
Penaltis absurdos y goles decisivos, manos ridículas y cabezazos salvadores, en dos palabras, Sergio Ramos. Repudiado por una parte del madridismo que detecta en él al enemigo, como veía al demonio en Casillas, y ensalzado por otra que le reconoce el mérito de haber ganado la Décima y de poseer una cabeza privilegiada para rematar, la misma testa coronada que los detractores describen como una jaula de grillos. La extensión de su brazo en el área, maldita costumbre, equivale a su facilidad para elevarse en la contraria y poner un parche donde hizo el agujero. Perdió y empató. Un punto para el Real Madrid que se hartó de sacar de esquina. Faltó Modric, que no entró en la convocatoria, y algo más de acierto en la BBC, descabalgada cuando Lucas Vázquez relevó a Bale y Morata a Benzema en pos del milagro. No lo hubo.
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