Ely del Valle
Equilibrismo imposible
Como si no tuviéramos suficiente con el cante que está dando Artur Mas, ahora llega el último escándalo de la Junta de Andalucía. Era lo que nos faltaba para convertirnos en la comidilla de Bruselas, que no ha tardado ni un minuto en ponerse en jarras ante la posibilidad de que los fondos que destina a la formación de los parados andaluces hayan ido a parar durante años a la faja de unos cuantos sinvergüenzas que, camuflados en el laberinto de una administración incapaz, no han tenido, presuntamente, ningún empacho en robar a manos llenas. Que un Gobierno haya estado amparando dos escándalos de la magnitud del de los ERE falsos y de éste que ahora sale a la luz, demuestra su degradación. Imposible mantener un edificio cuando su estructura agoniza de aluminosis.
Nadie de los que han ocupado un cargo público en la Junta durante los años del saqueo está libre de culpa: los que lo consintieron, ampararon, ocultaron o sacaron provecho, por razones obvias, y los que se les pasó por alto, por inútiles.
Bruselas pide ahora explicaciones –y ahí no vale decir que la culpa de que dos y dos sumen treinta y dos la tiene una campaña orquestada por no se sabe quién– y Andalucía reclama a gritos un tratamiento contra las termitas; y si no lo está haciendo, debería. No caben parches en una comunidad que el único ranking que consigue encabezar es el del número de parados de la UE, que encima deben de ser los menos «formados» gracias a la mano ligera de algunos.
No tengo nada en contra de Susana Díaz, pero debería ser la primera en darse cuenta de que transformar la tierra del sol en la del cazo y mantener la apariencia de que no ha pasado nada es intentar, como Ícaro, alcanzar el sol con una alas de cera.
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