Alfonso Ussía

Errores

La Razón
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El Gobierno de Rajoy aplicó con mucho retraso el artículo 155. Y después de aplicado, lo desarrolló con mansedumbre. Resulta inconcebible su inacción ante las continuas calumnias, injurias, mentiras y manipulaciones de una televisión pública, TV3, gozosamente alineada en el golpismo y financiada por todos los españoles. Y ahora, ante el descalabro que las encuestas vaticinan al PP en Cataluña, se reconoce la precipitación en elegir la fecha de las elecciones. Un golpe de Estado, con los golpistas libres y los rebeldes formando parte de las listas electorales, no se resuelve en treinta días. Tampoco ha acertado el PP en la designación de su candidato. Albiol es mejor que Sánchez-Camacho, pero uno y otra no superan el límite de la grisura, la vulgaridad. –Cada vez que aparece Alicia en un informativo de televisión, perdemos cinco mil votos en Cataluña–, me dijo un altísimo responsable del Partido Popular.

El artículo 155 lo ha sacado adelante el PP con el apoyo social de Ciudadanos y el PSOE. Ha sido tanta la mesura y tan aguda la prudencia en llevarlo a cabo, que el gran beneficiado por la excepcional medida ha sido Ciudadanos. Lo han hecho muy bien. Y tienen una candidata excepcional, que entra con educación en todas las casas, que dice lo justo y pertinente, que habla como una mujer normal y no usa de los tópicos y lugares comunes del resto de los políticos. Si Inés Arrimadas, al frente de Ciudadanos, fuera la vencedora de las próximas elecciones tan precipitadamente convocadas por el señor Rajoy, el presidente del Gobierno de España tendría que dimitir. Dimisión con elecciones, no con sucesor, por cuanto la presidencia del Gobierno de España en manos de Soraya Santamaría sería digno de un juguete teatral tragicómico.

Cuando se aplicó el 155, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, con Mas y Puigdemont, ya se habían pasado por las enaguas silvestres cinco sentencias del Tribunal Supremo y el Constitucional. ¿No es motivo suficiente para aplicar el 155 a quienes desobedecen con chulería y prepotencia las sentencias de los altos tribunales? Tengo para mí, que por ahí escondido, en su despachito, se mueve el fantasma de Pedro Arriola, el componedor, el visionario, el gran estratega de Aznar y Rajoy. El centro del enigma cuya solución se demanda con más ahínco en el universo mundo sin resultados hasta ahora. Que estaban reunidos Putin, Trump, Macron, Merkel, May y el chino de turno, cuando Putin tomó la iniciativa y preguntó: –¿Se sabe al fin cuánto cobra Arriola del PP?–. Y Trump, que recientemente ha desclasificado miles de documentos del otro enigma mundial, el asesinato de Kennedy, le respondió al mandatario ruso, con la delicadeza que le caracteriza: –Vladimir, ni puta idea. Ese secreto jamás será desclasificado–.

Porque el PP ha pasado de la aparente firmeza en su acción a la blandura acostumbrada. Y esa blandura, esa adopción permanente de lo melifluo, es consecuencia histórica del llamado arriolismo. El arriolismo consiste en evitar las decisiones, en eternizar los proyectos, en contratar mediocridades y en permitir que sea el tiempo el ejecutor de los asuntos pendientes. Cuando se toma una decisión en el último minuto obligados por las circunstancias de un golpe de Estado, el beneficio se lo llevan otros, y en este caso, los mismos separatistas a los que se les ha permitido que sigan con la matraca, y los que pidieron la aplicación del 155 con oportuna antelación. La esperanza es que los catalanes reaccionen ante la mentira y la gamberrada y depositen su voto constitucionalista, que en Cataluña administra Ciudadanos y no el PP, entre otras razones porque lo han hecho mucho mejor los de Rivera y Arrimadas que los de Rajoy, Albiol, Soraya, Montoro y Arriola.

Que Dios nos coja confesados.