Ángela Vallvey

Escaño virtual

La Razón
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En esta nueva era (la hemos empezado a vivir sin apenas darnos cuenta), lo virtual ha cobrado una importancia esencial. Se dice que algo es virtual cuando existe de manera aparente, no real. El concepto de «realidad» también ha variado una vez que ha irrumpido lo virtual en nuestras vidas de manera arrolladora. La «realidad virtual», de hecho, irá cobrando protagonismo conforme se perfeccione, y es probable que en un futuro no muy lejano pasemos buena parte de nuestro tiempo ocioso «jugando» en espacios virtuales que nos provoquen, en cuerpo y mente, emociones «reales».

Pero lo más interesante de las nuevas acepciones del concepto «virtual» tiene que ver con esa idea sencilla, pero rotunda, de que algo que carece de realidad corpórea pueda sin embargo existir de forma categórica y producir efectos decisivos en la sociedad.

En política, en los últimos meses, asistimos a un fenómeno nunca antes conocido: partidos políticos emergentes que, a pesar de carecer de escaños en el Congreso, y pese a no tener representación parlamentaria efectiva, se han hecho un hueco incuestionable de poder «real» en los medios de comunicación, los centros económicos, la sociedad civil... Por primera vez, partidos políticos que no han sido votados todavía han administrado un indudable poderío gracias a «las encuestas». Los sondeos demoscópicos han hablado, casi con la autoridad de las urnas, colocando a dichos partidos políticos en una esfera de influencia real, a pesar de que los ciudadanos no los hayan elegido aún.

Los escaños virtuales que las encuestas les otorgan se han traducido en influjo social y potestad política. Y todo eso, antes de las elecciones. Las encuestas han hablado cuando las urnas ni siquiera estaban puestas, y el efecto político ha sido casi el mismo. La encuesta ha competido con la urna. La democracia virtual le ha disputado el trono a la auténtica democracia de los votos contados.

Se dirá que siempre ha habido encuestas que han variado las fuerzas de los contendientes políticos según avanzaban sus campañas, pero lo cierto es que nunca antes los sondeos electorales habían concedido tantas prerrogativas de poder como en los tiempos actuales. Los tanteos demoscópicos han hecho desaparecer injustamente de la escena pública a grupos que «sí» tienen escaños pero que, se supone, los perderán en las próximas elecciones; mientras que ha aupado a partidos políticos que, de momento, carecen de representación parlamentaria. Pocas veces la previsión de futuro había condicionado tanto el presente.