Restringido
Esperpento catalán
El «Financial Times» ha calificado de chapucero a Artur Mas y la carrera hacia la independencia de Cataluña, de estupidez. Si en ese prestigioso medio estuvieran familiarizados con Valle Inclán, habrían calificado todo el «proceso» de esperpento. Es lo que es. O sea, algo que destaca por su fealdad, desaliño o apariencia ridícula o grotesca. O dicho de otra forma: la presentación de una realidad deformada y grotesca degradando los valores consagrados, en este caso los valores democráticos, hasta una situación ridícula. A la representación no le falta siquiera su propia musa: Anna Gabriel, de la CUP, con su peculiar indumentaria antisistema y su peinado batasuno. El indudable protagonista de la farsa es el susodicho Artur Mas, un cadáver político, que asiste a su propio entierro en el Parlamento y que no se ha enterado aún de que está completamente muerto, lo que proporciona al psicodrama un interés añadido. El argumento central de la trama es la conjunción de separatismo y corrupción, que el dramaturgo Francisco Nieva ha calificado de «apabullante conjunción de monstruos».
No deja de ser esperpéntico que los actores o representantes se nieguen a reconocer la autoridad de la Constitución y del Estatuto, que emana de ella, y de los que dependen su papel y su razón de ser. Si no respetan ellos las leyes, ¿cómo van a obligar a los ciudadanos a aceptar las normas que dicten ellos? ¿Con qué legitimidad actúan? Pero lo que más asombra es el intento de los tradicionales representantes de la burguesía catalana de aliarse, para seguir en el poder a toda costa, con los antisistema de la CUP, el pequeño grupo de anarco-separatistas, antieuropeístas y anticapitalistas, que ni siquiera son nacionalistas. La escena del pobre Mas, desencajado, cabizbajo, arrodillado ante Baños y Anna Gabriel solicitando inútilmente sus favores –ellos sabían que estaba muerto– a cambio de quedarse al frente de la Generalidad diez meses como una especie de figura simbólica, algo así como en ectoplasma, con ser patética, ha sido la que más diversión ha proporcionado a los espectadores, incapaces de comprender el drama interior de este hombre, mal dormido, acosado por los fantasmas de un fracaso histórico, por la Justicia y por los acreedores. Llegados a este punto, Mariano Rajoy, que es el que va a sacar más provecho político de este esperpento, debería ser generoso y pagar el entierro y el funeral.
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