Elecciones Generales 2016
Esprintando por los «restos»
Me apuntaba ayer un relevante asesor de candidato con opciones que dos campañas a elecciones legislativas en seis meses son, para cualquier político, «un suplicio físico y psicológico». No se recreó demasiado en el suplicio que para un ciudadano de a pie suponen meses de vetos, líneas rojas, tacticismos y ausencia de gobierno. No son muchas las habas que quedan por contar a estas calurosas alturas de campaña electoral. Los sanedrines que asesoran a los principales candidatos a La Moncloa ya saben con muy escaso margen de error en qué circunscripciones se van a jugar casi en tanda de penaltis un puñado de escaños que pueden ser cruciales para el resultado del 26-J y para el consiguiente devenir político del país. Resulta especialmente indicativo contemplar cómo alguna provincia como Almería –una de las grandes olvidadas– se convertía en la más visitada, en verdadero y auténtico objeto de deseo a la hora de pedir el disputado voto. Tiene la culpa uno de esos escaños clave que en diciembre fue a parar a Podemos –por un «quítame» allá 1.040 votos– y que en esta «segunda vuelta» podría recalar en la saca del Partido Popular, muy a pesar del general «podemita» Julio Rodríguez.
La batalla electoral de cara al domingo 26 tiene mucho que ver con la defensa de una trinchera, de una esquina, de un estratégico puente o una carretera. Las escaramuzas y las pequeñas guerrillas van a decidir. En Granada, otra provincia de la Andalucía de Susana Díaz, los populares consiguieron arrebatarle el 20-D, gracias a muy contados 744 votos, otro peleado escaño al PSOE. Este domingo, sin embargo, todo apunta a que la balanza puede inclinarse –a pesar de las tradicionales expectativas populares y socialistas–, hacia las filas de Unidos Podemos, todo un aviso y referencia ante lo que puede ocurrir en otros lugares de España. Especialmente indicativa es la propia Comunidad de Madrid, donde por una diferencia de 5.000 votos –escasa cantidad en un censo de casi cinco millones de electores– el PP arrebataba en los pasados comicios el famoso escaño de Eduardo Madina –que no es un escaño cualquiera– a un PSOE que seguiría en caída libre. Estos tres días que restan de campaña –una recta final que puede ser agónica– vaticinan ya pocas propuestas novedosas a cargo de los principales partidos. Tres días ya sin posibilidad legal de testar encuestas en los medios de comunicación –otra cosa son los «trekking» de manejo interno–, sin grandes debates televisivos y, salvo sorpresas, sin conejos de última hora en unas chisteras hechas auténticos zorros. Lo que resta hasta las doce de la noche del viernes 24 se centrará en un exiguo elenco de ideas fuerza que han pasado el corte y en un incremento del fuego cruzado entre los candidatos en función de qué hígado castigar en las cuerdas en el penúltimo asalto o a quiénes conviene seguir ignorando. Quién lo iba a decir, pero –cosas del señor D’Hont– un ramillete de esas provincias, de esas «grandes olvidadas», puede decidir la suerte del domingo 26.
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