Fútbol
Estocolmo
Villar ha hablado. Y mucho. En una excelente entrevista de Pedro Cifuentes se ha explayado. Ha contado que antes de entrar en prisión sufrió la «pena del Telediario». Que hacía sus necesidades delante de un Guardia Civil. Que todos los funcionarios, excepto uno, le trataron con amabilidad. Que congenió con los presos de Soto del Real. Que platicó con Ignacio González, el expresidente de la Comunidad de Madrid. Que pasó un calor horrible en la celda. Que no fallan las personas sino el sistema. Que su hijo Gorka facilitó rivales a la Selección por sus excelentes relaciones internacionales y salvó la vida a Juan Padrón, su vicepresidente y mano derecha durante años y años, dándole un trozo de plátano medio podrido porque una noche se desvaneció. Que dimitió de sus cargos de vicepresidente de FIFA y UEFA para no perjudicar a estos organismos (?); sin embargo, no se plantea dimitir de la Federación (?) porque quiere recuperar su puesto de presidente una vez que demuestre su inocencia. Ataca a Tebas, a Lete, y asegura que él no nombró delfín a Rubiales... Lo hizo. Pensó en él para que le sucediera y se lo dijo, al interesado y a varios presidentes de Federaciones Territoriales. Pero lo niega porque en la Comisión Directiva del CSD, el entonces máximo mandatario de la AFE votó, como todo el mundo, por suspenderle de sus funciones durante un año. Estaba en la cárcel. No se lo perdona.
Las verdades de Villar son suyas, pilares en los que se apoya para continuar con la lucha. Proclama que le han perseguido (el Gobierno, los Gobiernos), que le han traicionado; en suma, que es una víctima. Al final de la entrevista, el lector puede llegar a sufrir el «síndrome de Estocolmo». ¿Seguro que no le han tendido una trampa? ¿Un montón de trampas? Lo seguro es que su verdad es la de quien se considera inocente. Lo cual no tiene por qué coincidir con la realidad.
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