Alfonso Ussía
Europa en riesgo
La niebla se adueñó del sur de Inglaterra. Niebla antigua, densa, del Londres terrorífico de Jack el Destripador. De niño me asustó mucho una película, «A Veintitrés pasos de Baker Street», con un invidente acosado por unos asesinos entre las nieblas de Hyde Park. Y en mi primer viaje a Londres, tuve la fortuna de padecer una tradicional mañana de niebla, de las que ya no existen, con la bruma urbana nublando los escaparates de «Piccadilly Street», en donde se ubica «Cording», la mejor tienda de gabardinas de Inglaterra. Al fin llegué, me compré una gabardina que me estaba de dulce y en un guardarropa de Madrid me la soplaron años más tarde. Ahora me alegro, porque me habrían confundido con los «Albertos», aunque la mía era más elegante. Por culpa de la niebla conocí las «Burlington Arcade», en las que un decenio más tarde me topé, junto a mis hermanos, con Bárbara Zöellner, la esposa del doctor Barnard, una mujer inventada por la maravilla y por la que depositamos en el suelo nuestros abrigos para que los pisara, lo cual hizo con garbo, como en el cuplé. Y muy cerca de ahí, en la «Scotch House» me hice a medida un conjunto escocés, que aún conservo, y que ardo en deseos de enviárselo a Mas, que mucho habla de Escocia y desconoce en qué consiste el «Spoon», ese complemento que fortalece en el «kilt» la resistencia para que un golpe de viento impida la aparición de los testículos del portador, porque los escoceses no usan calzoncillos cuando se visten como Sean Connery. Le recomiendo a Mas cuando reciba mi regalo que se adapte bien el «Spoon», que los vientos del Mediterráneo son caprichosos y confusos, y una ráfaga imprevista puede dejarle al aire sus industrias varoniles, siempre desmitificadoras y con altos porcentajes de disminuir su dignidad estética. Estábamos con la niebla. Aquella niebla que se adueñaba del sur de Inglaterra y animaba al «Times» a anunciarla de esta guisa: «El Continente europeo aislado por la niebla de Londres».
En su frenética carrera hacia la independencia de Cataluña, Artur Mas ha manifestado que en nada teme que Cataluña abandone la Unión Europea porque ésta procurará «no hacerse daño a sí misma». Es decir, como el titular del «Times» pero sin gracia. Ha alcanzado tamaño nivel de patetismo mental que considera que la salida de Cataluña de Europa no sería tal, sino al revés, la salida de Europa de Cataluña. A este desconcierto enloquecido se ha sumado Esperanza Aguirre, que en el «Círculo Ecuestre» de Barcelona, formidable club rescatado de su vieja ruina por Carlos Güell de Sentmenat, gran comillano, gran catalán y gran español, ha animado a todos los españoles a «catalanizarse». Me figuro que lo habrá dicho para quedar bien, porque no le encuentro el fundamento a su propuesta, por mucho que la admiro y quiero desde niño, cuando no me habían crecido los pelitos de las piernas. Pero de ambas reflexiones, me preocupa más la de Mas, porque demuestra que no miente, como antaño, para lograr mediante la mentira sus objetivos, sino que la mentira continuada se ha apoderado de su sinrazón y está convencido de lo que dice. Que Europa, sin Cataluña, quedará aislada como en los viejos tiempos cuando caía la niebla sobre Inglaterra.
Sigo a la espera de futuras chorraditas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar