Ely del Valle

Evitando el capicúa

La Razón
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A pesar de los mensajes de optimismo de cara al exterior, dentro del PSOE cunde el desánimo. No es para menos: a medida que la precampaña va teniendo más de campaña a secas que de pre, las encuestas sobre intención de voto se le ponen más cuesta arriba. De partido de gobierno a mera llave. El trago rasca como «scotch britte». Lo único que ya puede hacer Pedro Sánchez es rezar para que Iglesias meta la pata de manera ostensible y clamorosa y salvar así, por lo menos, la honrilla de los escaños.

Si al final los socialistas no pueden salvar los trastos, tendrán que decidir entre envainarse su línea roja con el PP y decir sí a lo que han dicho no, no, no y mil veces no, o hacer lo propio con Podemos y decir sí al referéndum independentista. Recogida clamorosa de velas en cualquiera de los casos. Ahora, con el lujo de la perspectiva que nos da esta nueva campaña electoral, es fácil darse cuenta de todos y cada uno de los errores de Pedro Sánchez, desde su tono en el debate de diciembre, que suponemos suavizará el próximo lunes en el «catch» a cuatro televisado, hasta la pifia de no haber facilitado desde el primer momento y con su abstención un gobierno del PP, arrinconado en su minoría, que le habría permitido al PSOE seguir liderando la oposición sin brindarle, a golpe de testarudez, la oportunidad a Podemos de hacer lo que ha hecho: sumar tropas y planificar estrategia.

Si las encuestas aciertan –y no irán muy desencaminadas porque además de indicar tendencias crean opinión– Pedro Sánchez el incombustible se habrá metido él solito en la incineradora y santas pascuas. Lo preocupante es qué va a ser del Partido Socialista y si todavía está a tiempo de evitar pasar a la Historia como el partido capicúa que nació y murió con Pablo Iglesias. Ojalá.