José Clemente
Extraña pareja de cama
La vacante dejada en 1999 en el Ayuntamiento de Barcelona por el veterano político Miquel Roca, siendo entonces presidente del grupo municipal de CiU, fue sustituida por un jovencísimo y desconocido concejal nacionalista de nombre Artur Mas, quien al poco de ocupar su nuevo cargo afeó la conducta del alcalde socialista, Pasqual Maragall, por las subvenciones concedidas desde la Corporación barcelonesa a las esposas del primer edil y a la del secretario general del PSC-PSOE, Raimon Obiols. Aquella jugada de Mas a Maragall quedaría grabada a sangre y fuego en la fina epidermis del alcalde olímpico, que tardó varios años en poder devolvérsela. Pero lo hizo. Fue durante el debate del pleno monográfico sobre el hundimiento del túnel del Carmelo una tarde de marzo de 2005 en el Parlamento catalán, cuando Maragall aprovechó su turno de réplica para reprocharle a Mas que «ustedes tienen un problema que se llama tres por ciento». Aquel encontronazo entre locomotoras se amortiguó cuando un discreto y hábil Montilla le tiró de la chaqueta a Maragall para recordarle que si CiU cobraba el tres por ciento, ellos estaban ya en el cinco por ciento del peaje por las concesiones de obra pública, y que lo mejor para todos era mirar para otro lado. Y se acabó la historia. Ya no hubo más rifirrafes acusatorios entre ambos dirigentes catalanes, pero el estilo de réplica fulgurante y fulminante se mantiene intacto como el primer día.
Y ayer mismo, para no ir tan lejos, lo vimos resucitar. Me refiero, claro está, a las acusaciones lanzadas en primera instancia por los socialistas catalanes contra Mas y Pujol a propósito de las denuncias policiales por el cobro de comisiones. Caudalosos ríos de tinta y montañas de debate no podían quedar sólo para las hemerotecas con CiU como principal protagonista, por eso ayer, Felip Puig, el jefe de la policía de Mas, se lanzó a la yugular del alcalde socialista de Sabadell, Manuel Bustos, un joven y honesto político que ha podido ser víctima de una trama en la que había algún familiar que otro. Hace años que no sigo la pista a Bustos, pero cuando le conocí me pareció un hombre honrado, que creo sigue siéndolo, excepto que haya cambiado en los últimos tiempos, que todo es posible. Pero a lo que íbamos...
Decía que el estilo de réplica entre ambas formaciones sigue tan afilado como el primer día y lo acabamos de comprobar. Ahora nos falta por ver la reacción del PSC-PSOE, que aún no teniendo nada que echarse a la boca para tapar sus vergüenzas sí podría sumarse a la petición de una comisión independiente de investigación, de las de verdad, que pusiera todos los focos de la opinión pública sobre esas estancadas pero putrefactas aguas del «oasis catalán». Excepto, claro, que alguien le tire de la chaqueta a Mas y le advierta que podrían salir muy perjudicados si la imputación de Bustos se mantiene por mucho tiempo.
Esta operación policial contra los socialistas tiene, además, otras muchas lecturas, pues de entrada echa por tierra la posibilidad de un acuerdo para gobernar entre CiU y PSC, un pacto nunca experimentado en Cataluña por expreso deseo de ambas formaciones, pero que ahora les permitiría sepultar bajo el silencio las continuas corruptelas de las que son acusadas, al tiempo que sortear el radicalismo de ERC con la que siempre contarían en ese tránsito a la independencia de Cataluña. Por lo demás, todo apunta a que CiU puede acabar en brazos de ERC con el fin último de parapetarse de las locuras a las que podríamos asistir en esa huída hacia adelante de CiU por la autodeterminación, pues siempre será ERC quien quiera ir más lejos en ese proceso. Al tiempo, CiU podría recuperar un tono más mesurado de la política catalana que le devolviera de nuevo al territorio perdido y del que nunca debió salirse, pues los nacionalistas saben mejor que nadie, y en Unió Democrática mejor incluso que en Convergència, que la radicalidad y el extremismo de ERC espantarán aún más al votante moderado de CiU. Una gran lección, la del electorado catalán, al hacer de los nacionalistas de derechas e izquierdas una extraña pareja de cama.
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