Lucas Haurie

Falta un Sagasta

Cualquier parecido entre el festejado PSOE de Felipe González y el que hoy preside José Antonio (¡¡presente!!) Griñán es mera coincidencia, como pone en los créditos de las películas serie B. No en vano, el actual presidente de la Junta fue saludado, cuando agarró la cartera de Trabajo en 1990, con un titular que lo bautizaba como «el tal Griñán», nada extraño si comparamos la talla media de aquel Gobierno de pícaros, sí, pero de gente preparada con las catacumbas intelectuales que transitan los becarios fatuos de hogaño. ¿Dónde encontramos hoy a un Paco Ordóñez? ¿Dónde a un Carlos Solchaga? No cabe más que el arrebato de melancolía al recordar cómo aquellos socialistas se las tenían tiesas con Nicolás Redondo sénior, al que laminaron con la trampa de la PSV, mientras éstos se morrean con Cándido Méndez. En fin. La democracia, entendida al «churcilliano» modo, sólo es posible con dos grandes partidos, uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda, de acuerdo en casi todo menos en cuatro minucias retóricas. Felipe lo entendió cuando embarcó a Fraga en la domesticación de AP, y antes todavía se lo dijo Alfonso XII a su esposa en su lecho de muerte, como máxima para una regencia sin sobresaltos: «De Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas, Cristina, y guárdate el coño». Total, que con este PSOE en guerra civil resulta imposible construir nada. Sobre todo, porque el PP ya está tirando al monte de la desvergüenza al verse sin alternativa. La única manera de que un político funcione es que sienta el aliento de la oposición en la nuca.