Ángela Vallvey
Familia, etc.
«Familia» es un grupo de personas relacionadas entre sí por lazos de parentesco, filiación o unión sentimental. Todas, incluso las sociedades no occidentales, mantienen unos vínculos muy poderosos ligados a la consanguineidad y la afinidad. La adopción también es un medio de enlace, que conforma a la familia de una manera tan natural y espontánea como el parentesco de sangre. Lévi-Strauss pensaba que la familia nuclear es un hecho universal. Para él la familia, unidad básica de cualquier sociedad, está compuesta por la familia nuclear más el hermano de la esposa (¡la importancia del «cuñado» es planetaria, digamos!).
La familia es uno de los tres elementos que los regímenes totalitarios se proponen destruir cuando establecen su aparato de coerción sobre un pueblo. Los otros dos son «la religión y la propiedad privada». Los tres, pilares enraizados en «el derecho a la libertad» de las personas, que es el último y gran objetivo que el totalitarismo, a menudo de corte colectivista, siempre se propone eliminar. Tanto la familia como la propiedad privada suelen estar protegidos y ser fuente de derechos en las sociedades avanzadas, que asimismo garantizan el de profesar libremente una religión. Destruir a la familia, como origen de tradicionalismo o de resistencia frente al poder del Estado, es un propósito que se impusieron tanto la Unión Soviética como la Kampuchea Democrática (sic) del genocidio del régimen maoísta de los Jemeres Rojos. Pol Pot se hacía llamar intencionadamente el «Hermano Número 1», y promovió la delación y el asesinato de los hijos a sus padres, entre otras atrocidades cometidas bajo el lema de «la purificación de la población». El Estado pretendía sustituir a la familia, germen de cohesión social, de afectos y de libertad, y por lo tanto de peligrosa disidencia ante el proyecto totalitario del terror en marcha.
En el Este de Europa, no hace mucho bajo la bota del comunismo soviético, las iglesias, en su mayoría ortodoxas, que han sobrevivido en buen número a la devastación tiránica del aparato del Estado, hoy están llenas de feligreses. Los mismos que se aferraron a sus creencias religiosas quizás como forma de rebeldía y desobediencia al poder absoluto del Estado comunista. La propiedad privada opone menos resistencia al Estado totalitario (y a cualquier Estado), dado que siempre está a merced de la ley, y por tanto de los gobernantes. Pero la familia y la religión es más difícil extirparlas por decreto del alma humana.
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