Alfonso Merlos
Fariseísmo neocomunista
¡Olé, olé y olé! O sea que los banqueros son auténticos vampiros, verdaderos parásitos que están para depredar la economía real y engordar la economía especulativa pero, ¡claro!, si nos perdonan una pasta gansa a nosotros (los justos, los solidarios, los comunistas, los coherentes) pues vamos y lo aceptamos. ¡Hay que tenerla de hormigón armado!
Hay que reconocer el debe y el haber del Tribunal de Cuentas. Es cierto que el núcleo duro de los examinadores de las finanzas de los partidos está conformado por súper-especialistas, por súper-funcionarios, por técnicos de una integridad y un nivel fuera de toda discusión. Pero también es verdad que no hay organización política hasta el momento que se resista a meter las zarpas y, por consiguiente, influir y contaminar; trampear y opacar. Y así no vamos a ninguna parte. ¡A ninguna!
Esto debe cambiar sí o sí, con la máxima celeridad, sin discusión alguna, de forma innegociable. Porque los ciudadanos no vemos que llegue la hora en la que quienes nos representan tengan, definitivamente, los bolsillos transparentes; en la que sepamos no sólo exactamente cuánto ingresan y cuánto gastan sino cómo. ¡Es más! En la que sepamos por qué reciben trato de privilegio de determinadas entidades financieras. ¿A cambio de algo?
Como en tantas ocasiones, a Izquierda Unida se le ha pillado con el carrito del helado. Predicando una cosa y haciendo la contraria. Burlándose de los españoles. Tratándonos como a parvulitos, o como a un rebaño. Y ocurre exactamente lo contrario. Sus soflamas y sus proclamas son las que presentan más bien un instinto animal. Y las que parecen estar diseñadas por dirigentes (en realidad, simples aficionados) que apenas rebasan el coeficiente intelectual de un niño de jardín de infancia. ¿O no?
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