Ely del Valle
Futuro inmediato
Una vez que la legislatura se ha puesto en marcha, los dos (todavía) grandes partidos deben afrontar sus propios asuntos internos en los respectivos congresos que van a celebrar el año próximo. Y hasta ahí llegan las similitudes, porque a nadie se le escapa que lo harán de forma muy distinta. El PP ha fijado el suyo para febrero, con el gobierno asegurado, con una única incógnita de saber si Cospedal seguirá llevando o no las riendas del partido ahora que es dueña de la cartera de uno de los ministerios menos «políticos», y el morbo de ver si Cristina Cifuentes tiene algo que decir sobre la decisión de Rajoy, ya confirmada, de rechazar unas primarias por las que ella lleva apostando mucho tiempo.
En el PSOE, el Congreso, aplazado por lo visto hasta julio, se presenta bastante más movido, no tanto por Pedro Sánchez, que ha vuelto a la irrelevancia de la que seguramente nunca debió salir, como por el resquemor de unos contra otros y la dificultad evidente de encontrar un secretario/a general, que sepa y pueda recuperar el partido, que tenga una trayectoria política seria – está claro que los experimentos no les funcionan– pero que además no esté quemado, no tenga en la mochila ni la más mínima sospecha de corrupción y no se haya significado demasiado en el culebrón post electoral. En fin, un milagro.
Del Congreso de los populares ya no se espera que Rajoy designe a su sucesor. Ni siquiera hay en estos momentos la seguridad de que, si consigue sobrevivir a esta legislatura, no vaya a presentarse de nuevo. Hoy por hoy, no hay quien le tosa. En el suyo, los socialistas tendrán que buscar la cabeza que perdieron con el aterrizaje de Sánchez y encontrar un suelo ideológico claro en el que posar los pies. Es otra más de las muchas diferencias que hay entre ganar y perder.
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