Ángela Vallvey
Gajes del oficio
Abdicar, para un rey, forma parte de los gajes del oficio, de los beneficios o los sinsabores de reinar, de la lógica de la monarquía. Con la abdicación de Juan Carlos I, España ha puesto un punto y aparte en su historia. Pese a todo, acaba de cerrar el capítulo más largo de prosperidad y libertad de la época contemporánea. Yo me siento algo perpleja: se va el referente que ha dominado social y políticamente toda mi vida. Repasando la historia, no dejo de pensar que, desde Fernando VII hasta la fecha, la dinastía de los Borbón no había logrado pasar con fortuna la corona de padres a hijos. Pero esta vez el balance del reinado —casi cuarenta años— es bueno. Negarlo sería faltar a la verdad. España ha crecido y ha brillado durante la Restauración de la Transición. Hoy, los tiempos vuelven a ser duros. Cuando el joven Juan Carlos inició su reinado, el país era una promesa llena de expectativas. Había miedo, pero la alacena estaba bien provista, por lo menos, de ilusión. Sin embargo, y contando hasta las sombras de estas décadas pasadas, ojalá las próximas cuatro fuesen igual de propicias y provechosas. Sería deseable que Felipe, el heredero, conociese las palabras de Saavedra Fajardo: que nacer príncipe es un bien fortuito, mientras que el único bien propio de un hombre es, sencillamente, su virtud. Incluso si ese hombre es un rey. Yo añadiría que, sobre todo, cuando se trata de un rey. Y más en estos tiempos.
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