Carlos Rodríguez Braun
Guerra contra el efectivo
Los políticos y los burócratas, siempre pendientes de nuestro bienestar, han dado con la clave de lo que necesitamos: acabar con el dinero en efectivo. Mario Draghi anunció que quiere terminar con los billetes de 500 euros, algo que entusiasma a la corrección política. Larry Summers, un «darling» de los demócratas y profesor, cómo no, de Harvard, recomendó suprimir los billetes de 100 dólares. Adiós Ben, ironizó el «The Wall Street Journal», porque esos billetes llevan la imagen de Benjamín Franklin. Otro convencional, Kenneth Rogoff, dijo que había que prohibir los billetes de 500 porque los usan básicamente los criminales. Por cierto, llevamos 17 años con los «Bin Laden», y sólo ahora quieren eliminarlos, cuando, por cierto, no hay ninguna evidencia de que esos billetes fomenten el delito.
En efecto, ningún delincuente va a dejar de delinquir porque desaparezcan esos billetes: buscarán otros billetes o recurrirán, como ya hacen, a la electrónica. La prohibición fastidiará sobre todo a los ciudadanos corrientes. Sospecha el diario neoyorquino que el objetivo político de todo esto es evitar que los ciudadanos socavemos la política monetaria de tipos de interés bajos o negativos, que son un impuesto sobre los depósitos. La idea de los keynesianos que nos gobiernan es que si nos crujen en los bancos gastaremos nuestros depósitos, animando la economía, objetivo que se frustrará si atesoramos el dinero; de ahí que decidan fastidiarnos todavía más.
El efectivo es útil, dice el «Journal», y no sólo para los delincuentes: facilita las transacciones, ahorra comisiones, y permite a millones de pobres participar en la economía sin tener cuentas bancarias, «cuyo coste está creciendo mucho porque las regulaciones posteriores a 2008 dificultaron la vida de la banca minorista sin comisiones». El efectivo es ciertamente clave de la economía sumergida, pero está sumergida entre otras cosas porque los impuestos y regulaciones son demasiados gravosos. «Sin dinero en efectivo, la economía italiana colapsaría».
No parece que el poder sea capaz de acabar del todo con el atesoramiento, aunque sí puede encarecerlo. Y generar efectos redistributivos de todo tipo. Apuntó Clemens Fuest en el «Financial Times» que la supresión de los billetes de 500 aumenta el coste de acumular efectivo y proporciona un margen mayor para que el BCE reduzca los tipos sobre los depósitos, castigando a los Estados acreedores, como Alemania o Países Bajos, beneficiando a los deudores netos como España, Italia, Portugal o Francia, y sobre todo dañando el ahorro de las familias.
En este movimiento de incremento de los controles, los ciudadanos honrados que hayan decidido ahorrar en billetes de 500 euros se verían perjudicados si no los pueden gastar, al ser mirados con sospecha. Y todo siempre en favor del poder, dice el economista Philipp Bagus: «Los tipos de interés negativos roban a los ahorradores para beneficiar los agentes sobreendeudados, especialmente a los gobiernos. Es una medida del BCE para apoyar a los gobiernos del sur de Europa, que se niegan a recortar los gastos y a hacer reformas».
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