Elecciones Generales 2016

Guerra entre iguales

La Razón
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Es un alumno de Pedro Sánchez. Así definen, enfurecidos, varios dirigentes del PP a Albert Rivera tras sus últimos órdagos contra Mariano Rajoy.

El contundente veto del candidato de Ciudadanos al actual presidente en funciones ha provocado justo el efecto contrario: un cierre de filas absoluto en torno a la figura de Rajoy y fuertes críticas hacia el líder naranja: «Es un becario de Sánchez con su mismo mensaje, el obsesivo no a Rajoy». En Moncloa y Génova aseguran que esta actitud es antidemocrática y sólo favorece a Pablo Iglesias. Opinan que si Rivera niega cualquier apoyo al PP, su otra alternativa es la formación morada y un frente de izquierdas. Por ello, el mensaje de campaña está claro: «Votar a Rivera es votar Podemos». Las aguas están muy revueltas en este tramo final,con una situación sin precedentes: una batalla entre cuatro jinetes que cabalgan hacia el 26-J como rivales enfrentados dentro del mismo espacio electoral en que compiten.

Algo insólito en la historia de la democracia, que desata la virulencia por arañar un puñado de votos en la misma franja electoral. De los cuatro aspirantes, únicamente Mariano Rajoy ha mantenido la calma y un discurso coherente. Sus reformas económicas, su apuesta por una gran coalición y el objetivo de movilizar a los votantes que le dieron la espalda en diciembre marcan su mensaje. Pero en el flanco del centro derecha, Albert Rivera ha iniciado una estrategia de veto desaforado a Rajoy que le puede pasar factura. En opinión de expertos sociólogos, su obsesión es arañar votos al PP, pero también,lograr algunos del sector moderado del PSOE. «Un partido de bandazos con ideología variopinta», dicen estas fuentes. Su pacto con Pedro Sánchez le aleja de los votantes conservadores que le apoyaron el 20-D, pero al elector socialista tampoco le convence y prefiere su marca de siempre. «Es un veleta que quiere pescar en los dos ríos y lo que gana por una orilla lo pierde por la otra», advierten.

El rechazo en el PP a que otros decidan quién presidirá el gobierno es general. Y mucho más, tras ofrecer C´s los nombres de Alberto Núñez Feijóo, Pablo Casado y Cristina Cifuentes como aceptables para un posible pacto. En el equipo de Rajoy opinan que esta estrategia busca el «divide y vencerás», con un flaco favor a los tres dirigentes citados. Todos ellos han cerrado filas con Rajoy y, en palabras del presidente gallego, «a Rivera le va a salir el tiro por la culata». Toda la cúpula del PP tiene claro que jugar ahora con el liderazgo «sería un cataclismo». Por ello, insisten en que Rivera busca hurgar en la herida para arrebatar votos en determinadas provincias, algunos casi mínimos en distancia con el PP. Tras confirmar que Mariano es el más sólido e indiscutible, reiteran el mensaje a su electorado: «Votar C’s es votar a Podemos». Añaden que su postura es poco democrática. «¿Aceptaría que nosotros dijéramos, Albert, quítate tú y pon a otro que nos gusta más?», se preguntan con estupor.

En el seno de la izquierda, la batalla es aún más cruenta. La debilidad de Pedro Sánchez y la amenaza del «sorpasso» de Unidos Podemos cercenan su cabeza sin remedio. Pero frente a la torpeza de Rivera, Pablo Iglesias desarrolla una estrategia inteligente y perversa. Su última andanada de elogios a José Luis Rodríguez Zapatero ha sido «sanguinaria», según muchos dirigentes socialistas. Sabido es que Zapatero nunca apoyó a Sánchez debido a sus simpatías por Eduardo Madina o Carmen Chacón. Y tampoco ha ocultado su buena relación con Pablo Iglesias desde que José Bono organizó una cena en su casa madrileña. Aquel encuentro fraguó una estupenda química entre ZP y «el coletas», despertó las iras de Ferraz y permitió la alianza de Podemos con el PSOE en Castilla-La Mancha para que fuera presidente Emiliano García-Page, mano derecha de Bono durante todo su mandato, en detrimento de quien había ganado las elecciones, María Dolores de Cospedal. «El bonín fue presidente y al partido le salió un grano», afirma un veterano socialista.

El mensaje envenenado de Iglesias hacia su «aliado natural» para formar un frente de izquierdas es una trampa. «Cuando más nos alaba más nos devora», dicen algunos «barones» territoriales con peso. Es la tesis de la lideresa Susana Díaz, a quien la subida del PP en Andalucía y la alianza Podemos-Izquierda Unida puede dejarla en una mala situación. Por eso, la presidenta andaluza se está dejando la piel en esta campaña. «Parece ella la candidata», ironizan en Ferraz, aunque agradecen que de momento haya enterrado las ambiciones sucesorias. En todo caso, si Sánchez no logra superar los noventa escaños de diciembre y, desde luego, si se produce el «sorpasso», su negro futuro está cantado. Como dicen algunos de sus críticos, «el único problema de Pedro es por cuánto pierde».

Quedan unos días de vértigo para atraer a los indecisos. Ya no hay tiempo para la seducción sino para la explicación del voto útil que Mariano Rajoy reclama con convicción y claridad. El discurso del PP es nítido: votar Ciudadanos es tirar la papeleta y favorecer a Podemos. Aquejado de nervios, Albert Rivera exige la cabeza de Rajoy, incluso de personas de su entrono, pero no define su camino y parece apostar por una coalición de izquierdas que espanta a su elector moderado. «Si el PP es el más votado y necesita su apoyo para completar la mayoría, ¿qué hará el señor Rivera?, ¿dará su respaldo a un gobierno presidido por Pablo Iglesias?», se preguntan en Génova, donde aseguran que salvo una circunstancia excepcional Mariano Rajoy no renunciará y definen al líder de Ciudadanos como «un gladiador que no sale al ruedo».

Pedro Sánchez sigue en una situación dramática que puede dejarle de segundón ante un Pablo Iglesias crecido, en estado de gracia y verdadero Maquiavelo agitador de la campaña. Nunca en anteriores comicios hubo tanta agresividad entre los rivales, lo que los expertos denominan el discurso del rencor. A excepción de Mariano Rajoy y sus propuestas, como se vio en el debate a cuatro, el resto son palabras cada vez más altisonantes y duras contra el adversario. Con un Pablo Iglesias en plena luna de miel mediática, si Albert Rivera y Pedro Sánchez mantienen sus vetos al PP, caerá el cimento de posibles pactos. La incertidumbre llamará a la puerta y la responsabilidad será inequívocamente suya.