Restringido
Hacia un gran Gobierno constitucional
La advertencia del químico y viejo zorro de la política Alfredo Pérez Rubalcaba de que lo semejante disuelve a lo semejante se refiere a la posibilidad de que el PSOE quede diluido en Podemos si continúan los acercamientos más o menos pecaminosos entre ellos. La nueva fuerza emergente, que tiene sus orígenes y sus convicciones en la izquierda radical, está desarrollando sin disimulos una táctica de moderación y lo que llaman transversalidad para ir apoderándose del espacio socialdemócrata después de haber absorbido casi por completo a Izquierda Unida. Lo ha confesado sin ambages Pablo Iglesias, el líder supremo que ahora aspira a fortalecerse en unas primarias amañadas. Ése es el plan, un plan acelerado que se inicia con los pactos municipales y autonómicos, en los que Pedro Sánchez cayó como un pardillo y que han alarmado a los viejos dirigentes socialistas. La rectificación pública hecha ayer por el portavoz económico de Podemos, Nacho Álvarez, desmarcándose de Syriza, en lo de la reestructuración de la deuda –«no haremos nada que ponga en peligro el país», dijo–, entra de lleno en esa táctica de la moderación. Se han dado cuenta de que los dramáticos avatares de la crisis griega pueden perjudicarles seriamente.
El recelo, sin embargo, hacia esta nueva fuerza, a la que muchos llaman populista, sigue en pie en círculos políticos y económicos responsables de España y de Europa ante la proximidad de las elecciones generales de otoño y después de observar los datos de las encuestas sobre intención de voto a tres o cuatro meses de las urnas. La preocupación ha subido después de zapatiesto griego. En medios españoles vuelve a barajarse la hipótesis de un gran Gobierno constitucional presidido por una figura independiente de prestigio antes que depender de una fuerza de izquierda tan poco fiable como Podemos. En la gran coalición, destinada a llevar a cabo la reforma constitucional, afrontar con decisión la cuestión catalana, sin olvidar la cuestión vasca, impulsar el desarrollo económico y social tras la crisis, establecer un gran pacto educativo, recuperar el prestigio de las instituciones políticas, etcétera, estarían el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos básicamente. Sería una alianza constitucional, con cuatro años de duración, en defensa del «régimen del 78» y daría la clave del reinado de Felipe VI. Todo el proyecto está, por supuesto, pendiente del resultado electoral y de que se cumplan las previsiones de que no va a haber una fuerza hegemónica capaz de gobernar en solitario. La otra hipótesis es un frente de izquierdas, como en los Ayuntamientos, que pone los pelos de punta y en el que «semejante disolvería a semejante».
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