Ángela Vallvey

Héroes

La Razón
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Hogaño abundan los superhéroes de ficción, si bien resulta una tarea casi imposible encontrar héroes en la vida real. Tanto en la esfera pública como en la privada. El héroe lleva a cabo hazañas que no están al alcance del resto de los mortales. Encarna la esencia de lo mejor de la especie presuntuosa, pancista, depredadora y desordenada que es la humanidad. El héroe siempre había servido de modelo ilusionado para los niños, también para los adultos, para cualquiera que desease progresar en el viaje de su propia existencia. Ulises, con su Odisea, mostraba el camino de todo mortal, lleno de peligros y privaciones, pero también de sabiduría, aprendizaje, felicidad...

Sin embargo, nuestra época ha sustituido a los viejos héroes, que tan bien analizó Joseph Campbell, por los súper héroes de cómics, pasados luego a la pantalla grande, o pequeña. De pantalla en pantalla –cada vez de menor tamaño– el súper héroe, el Pokémon Go filosófico, realiza trabajos que ya no remiten a Hércules, ni a Ulises. Hace cosas que nadie puede imitar. Ni quiere. Excepto esos pobres confundidos o perturbados que se lanzan por la ventana ataviados tan solo con una capa de Súperman comprada en una juguetería, y una mente desconcertada. Sin darse cuenta de que ser un héroe no tiene que ver con poder «volar», sino con saber «caminar» por la vida con grandeza: hacer el viaje de la existencia con dignidad.

«The Hawera & Normanby Star», el 19 de julio de 1922, publicó la noticia de un tal William George Jenner, de 42 años, que viajaba con su mujer y sus hijos en el vapor inglés «Egypt». El barco naufragó al colisionar con una nave francesa. Casi todos los pasajeros se refugiaron en los botes. Jenner no pudo hacerlo, pero tenía un flotador. Iba a echarse al agua cuando una mujer desconocida le suplicó que le cediese el salvavidas. Jenner no lo dudó: «No sé nadar, pero tenga, señora, póngaselo. Ya le ayudo yo...», le dijo. Fueron sus últimas palabras. Luego, murió tranquilamente, ahogado. La dama, histérica, se salvó. Jenner no la conocía de nada. «Died to save a woman», fue su epitafio en la prensa. Un héroe altruista. Hoy, sería tachado de idiota. El concepto de héroe ha cambiado. Y los que vencen y dominan el mundo posmoderno son –al contrario que Jenner– expertos en poner en práctica las estrategias de la rata.