Fernando de Haro
Horizonte
La ventaja de que el presidente viaje por sorpresa a ver a las tropas es que se aprende geografía. ¿De qué si no íbamos a saber que existe un pequeño país en el Cuerno de África, con menos de un millón de habitantes, que se llama Yibuti? Ahora ya nos hemos enterado de que es la antigua Somalia francesa, habitada por nómadas con cantos que recogen una historia milenaria. Tampoco hubiéramos tenido noticia de que las aguas de esa región del mundo están infestadas de piratas si hace cuatro años no hubiera sido secuestrado el «Alakrana». Y es que somos mucho de lo nuestro, de lo de casa, y nos cuesta mirar hacia el horizonte. La «operación Atalanta», frente a las aguas de Somalia, fue la primera de la Fuerza Naval de la UE. Y junto a la «operación Shield» de la OTAN, tiene como objetivo garantizar la seguridad marítima en un punto estratégico. Los piratas que secuestran en esa parte del mundo son una amenaza para la navegación comercial hacia el Canal de Suez, hacia el sudeste asiático. Por delante de sus narices pasa el 70 por ciento del petróleo procedente del Golfo. Pero más importante que todo eso es que por allí pasan los envíos del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas para la población somalí y necesitan protección. Aunque Somalia nos parezca un lugar muy lejano, tiene mucho que ver con el futuro de África, nuestro patio trasero. Desde hace años vive en una situación de guerra civil. De un lado están las autoridades, que en muchos casos han dejado de serlo. Y de otro lado, grupos radicales entre los que destaca Al-Shabab, con claros vínculos con Al-Qaeda y que cobra hasta el 20 por ciento de lo que obtienen los piratas. Desde el Sahel hasta Nigeria, el yihadismo se extiende en el continente vecino como la peste. Nos va mucho en ello.
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