Julián Redondo

Iluminados

La Razón
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Con Joaquín y Reyes sobre la hierba, el derbi sevillano parecía de otra época, de cuando los figuras tenían fuelle, y no sólo por esas similitudes que la tradición conserva. El fútbol cambia los personajes, no las reglas; arraiga en normas seculares alejadas de la tecnología y así la jugada polémica alimenta los debates. El fútbol subraya su identidad antropológica y está tan bien parido que las corruptelas de la dirigencia ni siquiera le afectan en lo esencial. Dios le libre, no obstante, de arribistas que confunden la velocidad con el tocino y en aras de una progresía talibanesca sustituirían a Keylor Navas por la portera, a Marcelo por la concejala de Deportes y a Bale por una estenotipista del Congreso. Cuídate de consejeros, Zidane, y de iluminados que reemplazan a Melchor, Gaspar y Baltasar por insólitas reinas magas, o disfrazan a sus majestades de Oriente con chilabas de dudoso gusto incluso para el chino de la esquina.

En el fútbol, la inspiración es fruto del talento, no una ocurrencia, ni un capricho. Los resultados suelen abonar la jerarquía del vencedor, obedecen a un plan y el del Sevilla en este ciclo es mejor que el del Betis porque su plantilla es superior. A Pepe Mel, autor de «El mentiroso» y «El camino al más allá», le va a costar más trabajo arrancar a este equipo de la depresión que escribir la tercera novela. Aunque en la Copa un boceto no apunta a libro hasta que el árbitro pita el final del segundo partido.

En el «torneo del KO», un 0-2 en campo contrario es casi tan definitivo como el dictamen del Comité de Competición, el de Apelación y el del TAD por una alineación indebida. Por jugar en Cádiz con Cheryshev, el Madrid sufre el rigor reglamentario y el Betis, barrido en casa por el Sevilla, está a una semana de padecerlo, si Pepe Mel no lo levanta de la lona.