Martín Prieto

«Independence day»

La Razón
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Al filo de que Felipe González adquiriera la más amplia mayoría de nuestra Historia y un consenso transversal charlábamos a solas y cuando volvió de una conversación reservada lo hizo con la sonrisa emplumada, entre pícara y temerosa, del gato que se comió al canario. «Resulta que vamos a tener que meter en la cárcel a Jordi Pujol». Banca Catalana, fundada por Florenci Pujol, con su hijo Jordi de vicepresidente, no era un chiringuito financiero sino una entidad de radicalismo catalanista expansivo que repartía dividendos con déficit y cuyos directivos fueron procesados por apropiación indebida, falsedad de documento público y mercantil y maquinación para alterar el precio de las cosas. Fue la silla de la que se pasó al sofá del 3%. No hubo nada y se sobreseyó la causa tildando a los perillanes de gestión «desastrosa» y tapando los agujeros todos los españoles, incluidos, obviamente, los catalanes. Jiménez Villarejo (hoy en Podemos), tío de Trinidad, musa y ministra de Zapatero, fue nuestro primer Fiscal Anticorrupción y es un ilustrado del gatuperio que dio alas a la burguesía independentista más reaccionaria del país. Felipe pudo desnudar el pujolismo pero optó por no patear el tablero creyendo que Convergència sería un factor de estabilidad, como lo fue con él y con Aznar, aunque cobrando sobreprecios. Desdichadamente hoy puede releerse con vigencia el rifirrafe republicano entre Manuel Azaña y Ortega y Gasset mientras los nacionalistas-populistas irredentos, que siempre están en la derecha extrema disfrazada, ofertan la ilusión de una nueva identidad y ascensores sociales a maketos y charnegos repitiendo libretos del XVIII en el siglo de la globalización y la interdependencia. El astroso cineasta alemán, Ronald Emmerich, que Dios confunda, logró con «Independence day» la segunda taquilla de la cinematografía, y perpetra una secuela. Estos son asuntos trasladables a otros ámbitos y que revelan la decadencia de la cultura de masas. En Cataluña gringos ultranacionalistas se enfrentarán a marcianos de guardarropía. Artur Mas, como Emmerich, es otro deleznable caricato.