Alfonso Ussía
Indigestión
A la izquierda troglodita, la voz «España» se le indigesta. Ellos son de «este país» o del «Estado Español», acuñación, esta última, de honda raigambre franquista, aunque todavía no se hayan enterado. Cuando gobernaba el Frente Popular en el último y patético tramo de la Segunda República, ya con su golpe de Estado de 1934 sólidamente establecido, el patriotismo proletario sólo admitía el «¡Viva Rusia!» como vítor oficial. Un «¡Viva España!» –estamos aún a dos años de la Guerra Civil– se consideraba contrarrevolucionario y provocador. Es más, ese grito o desahogo, se castigaba en España con un paso por las Comisarías que en ocasiones se convertían en «paseos» en compañía de la famosa Brigada del Amanecer. España y lo que significa les molesta. Quien lo ponga en duda, que haga una honesta y sincera reflexión de lo acontecido en España en los últimos años. Socialistas y comunistas han gobernado con entusiasmo, apoyando con sus votos la mayoría necesaria, con los partidos nacionalistas y separatistas en Galicia, País Vasco, Cataluña e Islas Baleares. Ahora, la señora alcaldesa de la Línea de la Concepción, la socialista Gemma Araujo, se ha puesto totalmente del lado del ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, y en contra del Gobierno de España.
Parece ser que a la señora Araujo le agradaría añadir a los territorios coloniales de Gibraltar los correspondientes a su municipio por considerar que una España gobernada por el Partido Popular carece de toda consistencia histórica para cualquier reivindicación, protesta o cambio de actitud en las relaciones con los gibraltareños y sus monas. Moratinos y Trini Jiménez –a la que deseo larga felicidad matrimonial– colaboraron en tal medida con las autoridades gibraltareñas, que en trance estuvieron de reclamar para la Corona británica la provincia de Salamanca, escenario de una parte de los éxitos españoles del duque de Wellington. Admiro y envidio el patriotismo americano, francés, alemán, británico, y hasta el noruego. Su bandera común es un símbolo intocable, sus himnos respetados y sus territorios no expuestos a recortables de mapa. Tienen partidos políticos de izquierdas más cultos y menos resentidos, y una cuarta parte de Historia de la que tiene España, la nación más antigua de Europa, hoy considerada un simple «Estado» para perjudicar la grandeza de su ánimo en la unidad.
Hace años, la postura de la alcaldesa de la Línea de la Concepción se hubiera definido como un acto de «traición» continuada. Pero hoy, lo que antaño era una tración es una reivindicación progresista. De gobernar en España o «este país» el PSOE, quizá la alcaldesa no se habría instalado con tanto coraje del lado de Gibraltar, pero esto es un juicio de valor que ninguna importancia tiene. Secuelas del talante. La señora alcaldesa se deja influir por una asociación afín y amiga que se hace llamar «Asociación de Trabajadores Españoles de Gibraltar», presidida por un individuo que nunca ha trabajado en Gibraltar y vicepresidida por otro que apenas rindió labor en la colonia durante seis meses. Se trata de plataformas socialistas pagadas con los impuestos de todos y al servicio de los intereses del PSOE, que no de España y menos aún, de sus trabajadores. Cada día que pasa más le sobra al PSOE la «E» final, o quizá no y cambie el nombre del partido por la denominación Partido Socialista Obrero Estatal, si bien, ya, a estas alturas, ni estatal. No se pretende volver a la ruptura total, la clausura de la verja, el Libro Blanco de Castiella y demás componentes de la falta de entendimiento. Pero tampoco que España se convierta en una alfombra muelle y acogedora, como pretenden las izquierdas inmersas en la zona conflictiva. En el contencioso entre España y la colonia inglesa, como buen principio, hay que estar con España. Más tarde se analizarán los matices y los sesgos, pero resulta inadmisible el compadreo payaso y desleal de la alcaldesa socialista de La Línea con el señor Picardo, en el que intuyo más respeto hacia España que a la alcaldesa Araujo, de sonrisa encantadora, por cierto.
Encantadora, estatal y nada española, dicho sea con relevante benevolencia.
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