José María Aznar Botella

Keynes otra vez

La normalización del mercado de deuda soberana en Europa es una gran noticia. Los costes de financiación de la periferia disminuyen cada día, condición imprescindible para una eventual recuperación. Sin embargo, la menor presión para los gobiernos europeos ha traído consecuencias poco deseables. La relajación en el cumplimiento de los objetivos de déficit en la Eurozona puede que sea tácticamente deseable, pero es a largo plazo una catástrofe. Ya estamos viendo los primeros efectos en España, donde las comunidades autónomas han pasado en poco tiempo de competir en austeridad a competir por elevar el techo de gasto. Keynes era un tipo brillante. De él se conocen fundamentalmente sus facetas como escritor y economista, pero la realidad es que Keynes no se hizo rico escribiendo teoría económica, sino especulando en los mercados financieros. Andrew Ferguson, conocido historiador de Harvard, sostuvo hace poco una polémica teoría acerca de por qué Keynes favorecía el gasto público para estimular la economía. Según Ferguson, la homosexualidad de Keynes y por tanto su ausencia de descendencia le impedían pensar en el futuro que heredarían generaciones venideras, de ahí que fuese partidario de incurrir en tanta deuda como fuese necesaria para generar crecimiento. La teoría de Ferguson es absurda e injusta, pero creo que da en la tecla en la media en que cuestiona la integridad intelectual del economista británico. Sencillamente no me puedo creer que un tipo tan inteligente honestamente pensase que se puede gastar hasta la prosperidad y crecer de forma sostenible a base de endeudamiento. En mi opinión, Keynes, mucho antes que economista, era inversor, mejor dicho, especulador con síntomas de ludopatía. Keynes pasó de la fortuna a la ruina varias veces en su vida, y como los inversores de hoy, sabía lo que le convenía. Liquidez, gasto e inflación. Ésta es la receta perfecta para que los ricos lo sean cada vez más, pero no para generar prosperidad para la mayoría, que sólo se consigue a base productividad. Crecer a base de deuda, además de una mala idea, es inmoral.