Toni Bolaño

La aldea gala

La crisis sigue sin dar tregua. En Sitges, el conseller Mas-Colell se convertía en «hooligan» del gobernador del Banco de España aplaudiendo sus recetas ultraliberales en empleo y en pensiones, mientras su presidente, Artur Mas, disimulaba ante el auditorio, poco proclive a aventuras con final más que incierto, y se apuntaba a la moderación proponiendo cambiar federalismo por independencia. Así, camuflaba el inicio de la enésima campaña soberanista que pondrá en marcha mañana lunes en París. Con una agenda, manifiestamente mejorable, el presidente catalán dará la salida a un sinfín de actos que tratarán de recabar apoyos a la independencia de Cataluña. Para Mas, la crisis no existe. Continua fiel a la hoja de ruta que diseñó después del 25N. Se afana por gestionar una sonora derrota manteniendo su huida hacía adelante como solución a un gobierno inoperante y a una situación financiera desastrosa. Sólo las voces críticas de Duran le ponen en jaque aunque cuenta con el inestimable apoyo de una ERC que se sabe beneficiada de la situación. Sólo tiene enfrente al PP y a Ciutadans. El resto de la oposición esta prisionera de su escenario político. Iniciativa per Catalunya es una muleta necesaria en este camino por el derecho a decidir y los vaivenes del PSC le ponen fácil mantener el debate político catalán en el terreno que le interesa gracias a los sumisos medios de comunicación que jalean su soberanismo.

En este tedio dominado por el pensamiento único –como define el profesor Francesc de Carreras el «Partido Único de Cataluña»– ha surgido una aldea gala: L'Hospitalet. El 19 de abril de 2008 llegó a la alcaldía Núria Marín en sustitución del incombustible Celestino Corbacho. Marín, forjada en el municipalismo, es un exponente claro de la nueva hornada de dirigentes socialistas que están administrando el declive socialista de las últimas elecciones. Forma parte de la ejecutiva de Pere Navarro, es federalista hasta la médula y vive el día a día de las preocupaciones ciudadanas desde el minarete de la alcaldía.

Desde este lugar privilegiado, Núria Marín ha marcado las líneas rojas al soberanismo consciente que el PSC está tapando con tapones de corcho sus vías de agua presionado por los sectores más soberanistas del partido y no ve que el barco socialista tiene una importante vía de agua ante sus electores tradicionales. Marín no quiere que el barco se hunda y se ha puesto manos a la obra con su consulta legal, nunca unilateral. Ha logrado el apoyo del PP, lo que le ha valido ser víctima de duras críticas desde el mundo independentista por aliarse con los populares. Su único pecado es no ser independentista

Ha nacido una aldea gala en el pensamiento único de Cataluña que se hace eco de la forma de pensar de muchos ciudadanos que se niegan a estar en esa supuesta mayoría por la independencia. Asterix ha dicho basta y le ha pasado una chuleta a Obelix. Haría bien Pere Navarro en tomar nota y sacudirse los prejuicios que han dejado huérfanos a muchos votantes socialistas. Quizás la solución pasa por mantener una clara posición sobre la consulta y dejar de ser el «tonto útil» que necesita Mas para camuflar bajo el derecho a decidir lo que simplemente es un proceso de transición hacía la independencia. Este no es el juego del PSC. Marín lo ha dejado muy claro en su aldea gala.