Julián Redondo

La buchaca

La Razón
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Sergio Ramos llegó al Madrid en 2005. Le fichó Florentino Pérez. Se comprometió para ocho temporadas a cambio de un millón limpio por cada una de ellas. En 2007, Ramón Calderón le dobló la ficha, hasta los dos y medio. En 2011, Florentino le añadió dos temporadas al compromiso, hasta 2017, y subió a 5,5 millones netos, en torno a los 11 brutos. Otra fortuna del fútbol. Sergio cumplió 29 años en marzo y desde 2013 persigue un sustancial crecimiento económico, en la sintonía de Bale o por lo menos Benzema. Entonces cifró el deseo en 9 netos, como en el curso siguiente, y en éste la aspiración llama a la decena. Es el fútbol. A excepción de Fernando Redondo y dos más, el lesionado no renuncia jamás a un céntimo de sus emolumentos, es lo pactado, y el que despega arrima el cazo. No son excepcionales los peloteros que después de rubricar un contrato que sería el sueño de cualquier mortal, sea en tiempos de ventura o de zozobra, buscan la revisión al alza en cuanto hacen dos virguerías que el aficionado aclama y los periodistas destacamos como algo sobrenatural. Es el fútbol, para mal y para bien. La oferta, la demanda y la buchaca. Si en 2013 Ramos quería tres millones más, mediado 2015 ha sumado y las cuentas le indican que como no consiguió el objetivo ha perdido nueve millones, que serán 15 menos si la relación contractual finiquita en 2017 sin novedad. El año pasado, el club le propuso llegar a los siete, uno y medio más de lo que percibe, pero prorrogando el contrato hasta 2019. No hubo acuerdo. Ahora tampoco lo hay y Sergio sigue sumando lo que pierde, no lo que está ganando, con lo que el abismo entre las partes cada temporada es más profundo y, cada día, el ambiente que respiran, más enrarecido. La partida empezó hace dos años. Es el fútbol, el cuento de nunca acabar.