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La caradura de la nueva casta

La Razón
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Resulta realmente curioso escuchar a esta nueva «casta» que acaba de llegar a las instituciones cuando se ponen a explicar lo mucho y malo que han hecho los que han estado durante todos estos años atrás gestionando las mismas y lo bueno que es lo que ellos van a hacer para acabar con los desastres de los anteriores.La crítica es simple. Los anteriores eran una casta que sólo buscaba el beneficio, el lucro o la especulación para beneficiar a unos amigos, socios o familiares, cuando no a intereses personales, porque, a su juicio, tal y como ellos han decretado, no puede existir causa alguna distinta a éstas, ni mucho menos que se haya tenido en cuenta en algún momento el interés general de los ciudadanos.

Por el contrario, ellos son los garantes en exclusiva de la honestidad, de la pulcritud, del buen hacer, de la defensa del interés del pueblo... Todo por la gracia de Pablo Iglesias, de Manuela Carmena, de los nuevos mesías y de una parte minoritaria de la población que les votó en las últimas elecciones.

A ellos, como en la mili, el valor se les supone. El problema es que no hay nada más que dejarles actuar para darse cuenta de que su actitud y su manera de hacer es la de la casta más tradicional, que no es otra que la de la nomenclatura que han aprendido en sus escuelas de formación y de financiación –Rusia, Venezuela, Irán...–. Todo con apariencia de cercanía al pueblo, al que le consultan sólo cuando tienen la certeza de que les va a contestar lo que quieren, pues, en caso contrario, esa consulta, ésa cercanía, esa decisión del pueblo se hace innecesaria por el mandato que ya les otorgaron en las elecciones o por la sapiencia innata que atesoran por el hecho de militar en la «vanguardia social». Ellos, y sólo ellos, saben en ese caso lo que es mejor para el pueblo.

Su comportamiento en la gestión de los asuntos públicos es el mismo que critican a los demás. Y, en su caso, más sectario que el de los otros. Así, municipalizo por ideología y sin justificar en qué beneficia ese cambio a los ciudadanos. Cambio los proyectos urbanísticos porque no me gusta que haya tanta edificabilidad, y porque tiene que haber más vivienda social porque lo digo yo. ¿En qué son distintos? Sólo en que su fórmula ya sabemos que conduce al atraso, al déficit, al paro, al ahogo de las cuentas públicas, a la parálisis de la ciudad y a la pérdida de competitividad y de vanguardia con respecto a otras ciudades y regiones con las que competimos en este mundo global.

La consecuencia es que la ciudad cada día está más sucia, más atascada, con menos facilidad para circular, con ocurrencias como los parking para señoras, que las mamás limpien los colegios de sus hijos, que los jóvenes limpien el botellón, que los niños recojan las colillas, que todo vuelva a hacerse por empleados públicos, y que suban los impuestos para pagar las «modernas soluciones» de estos «nuevos» gestores.

Y ahora que han hecho público su patrimonio descubrimos que entre los cinco concejales con más bienes inmuebles y con más patrimonio hay mayoría de la izquierda radical y antisistema. Entre ellos, la propia alcaldesa, el anterior portavoz socialista y su sucesora al frente del grupo, y un número elevado de esta nueva casta, que cuenta con participaciones en fondos de inversión, son accionistas de grandes multinacionales, beneficiarios de importantes créditos bancarios y tenedores de depósitos remunerados en entidades financieras. Según explica el concejal de Hacienda de Podemos, se debe a que son anticapitalistas pero viven en un sistema capitalista y aspiran a cambiarlo.

Que no nos cuenten rollos, que no nos den lecciones. Ni tienen patente de corso, ni son más sociales ni más progres que nosotros. Simplemente, tienen menos complejos y más cara para vender sin pudor su sectarismo y sus viejas recetas demagógicas, intervencionistas y limitativas de la libertad individual, y van con ella por delante dando por hecho lo que no son y haciendo lo contrario de lo que predican.

Confrontemos con ellos sin complejos y con la fuerza que dan los principios, las políticas y los resultados de una gestión que ha colocado a Madrid a la vanguardia en España y fuera de ella, que nos ha permitido encarar y remontar una grave crisis, generar la confianza de los inversores en beneficio de nuestra ciudad, de nuestra región y de los ciudadanos y desenmascarémosles y exijámosles las mismas responsabilidades que nos exigen a los demás por lo que realmente hacen.

Y hagámoslo sin complejos. Si no lo hacemos así, no nos quejemos luego.