Política

La carta

La Razón
La RazónLa Razón

Lo que voy a contar ocurrió hace dos años. Acababan de celebrarse las elecciones europeas, en las que los nuevos partidos hacían su presentación pública, a escala nacional, con cierto éxito. Fue el comienzo de una incierta aventura destinada a romper el modelo bipartidista con afán regenerador, eso decían. Y ahí seguimos. Las cosas habrían sido seguramente distintas si la carta que envió entonces Albert Rivera a Mariano Rajoy hubiera tenido mejor acogida. En ella el joven líder de C’s, que ya empezaba a contar con fuertes impulsos del mundo económico, explicaba al presidente del Gobierno y líder del PP su intención de dar el salto de Cataluña a la política nacional y le expresaba su voluntad de colaboración y su deseo de entendimiento. Lo menos que esperaba era un encuentro personal para cambiar puntos de vista y hacer planes de futuro. Pero pasaron los días sin recibir respuesta. Cuando al fin llegó el sobre con el membrete de Presidencia del Gobierno, la decepción fue mayúscula. Era una carta de Jorge Moragas, el jefe del gabinete del presidente, una carta breve, funcionarial, de puro trámite, en la que le agradecía su carta y le señalaba que, para cualquier diálogo, la persona designada por el presidente con la que tendría que entenderse era Alicia Sánchez-Camacho. ¡Dios mío!

Rivera, que se sentía, y sigue sintiéndose, participante activo de una ambiciosa operación destinada a regenerar el centro-derecha en España, tomó esta respuesta como un agravio y una clamorosa falta de visión política. Como se sabe, en política el desdén es el mayor de los insultos. Este desprecio, al que han seguido otros, forma parte ahora de su argumento central, junto con las responsabilidades derivadas de la corrupción, para negar su apoyo a Rajoy en la investidura. Eso explica sus ataques despiadados en público al dirigente popular. Con frecuencia saca la dichosa carta del bolsillo y la enseña. Es su arma secreta. Estamos ante el nudo gordiano, que espera el tajo de la espada regia. Los grandes desafíos –Cataluña, crisis europea, presupuestos, terrorismo...– exigen un Gobierno fuerte ya, y tanto Rivera como Sánchez, no digamos los demás, se han juramentado para acabar con Rajoy y se lo han dicho al Rey. No queda más remedio, según ellos, que buscar otro candidato para salir del atolladero. Uno que acostumbre, entre otras cosas, a responder de su puño y letra las cartas importantes.