Pedro Narváez

La conjura de los meapilas

La Razón
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Los independentistas buscan un milagro que les salve de la realidad, que se abran las aguas y caiga sobre España una plaga de langostas cuando el personal se atiborra de langostinos en Cádiz. El grupito Cristianos por la Independencia ataca al octavo mandamiento. No mentirás. En el panfleto que reparten en las parroquias catalanas hay una verdad: que todo es falso. Me temo que los que organizan tamaño delirio sólo podrían pasar por el confesionario de Gran Hermano, donde es posible manipular el voto poniéndose a llorar. Se encomiendan a la Virgen de Montserrat y a Sant Jordi como si no tuvieran otra cosa que hacer que escuchar la letanía de unos exaltados. Cuidado con las plegarias atendidas, advertía Santa Teresa. El soberanismo sale en procesión el 11-S con la estampa del anticristo, que es como llamó con sorna Tardá al que sería presidente de la soñada república catalana y ya manipula la religión con el mismo éxtasis que antes la historia o la economía. Estos meapilas del derecho a decidir no respetan el decoro canónico. Como si no tuvieran ya suficientes altavoces se suben al campanario, tan ciegos que manipulan las palabras del Papa. Entre los defensores de la secesión habrá católicos, musulmanes, ateos y cienciólogos, como entre los detractores, pero conviene separar la paja del trigo. Enredar a la Iglesia en sus exorcismos es cruzar el kilómetro cero del infierno en que parece que se han convertido sus mítines en las catequesis. La monja Forcades y sus imitadores vuelven a golpear. Y aunque me riña el párroco, ya está bien de poner la otra mejilla.