María José Navarro

La dura realidad

Sepan Vds. convecinos todos, que he pasado una semana en Tokio y vengo la mar de impresionada. Una, manchega y dada a llevar el bolso en el regazo con las dos manos en el asa durante los viajes en el autobús, se ha pasado la mitad del viaje mirando al cielo y la otra mitad mirando al suelo. Los primeros días en Tokio una miraba a los rascacielos y neones con la boca abierta y cara de Martínez Soria llegando a Atocha. A medida que la fatiga cervical iba haciendo mella y que la impresión inicial decrecía, empezó una a mirar más hacia abajo, terminando el viaje con la mirada clavaíta en el suelo. ¿Y por qué en el suelo?, se preguntarán Vds. ávidos de terminar esta columna idiota e irse a tomar café con leche. Pues porque en Tokio no se ve ningún papel en el suelo. Ni uno. Curiosamente, tampoco se ven papeleras. La gente no tira papeles a pesar de que, al contrario que en Madrid, no hay papeleras cada diez metros. No sé si es por duras sanciones o por una educación exquisita (inclinándome por lo segundo, lo más admirable y llamativo de los japoneses), pero la calle es un primor y las papeleras son escasas. Volví a Madrid y me he pasado unos días mirando al suelo y luego al cielo. Primero mirando el asco y el desastre a ras de calle. Luego, mirando al cielo para pedir una respuesta : si aquí las sanciones son tan duras, ¿se confirma que, en el fondo, somos unos guarros? Es una pena, pero creo que es mejor empezar a reconocer la evidencia en vez de buscar culpables.