Julián Redondo
La faltriquera
El viernes falleció Tito Vilanova. En San Mamés, donde se la cogen con papel de fumar cada vez que un suceso así remueve la conciencia del fútbol, se guardó un ferviente minuto de silencio. Cuando Luis Aragonés, causó sonrojo la reacción de una parte del público, que silbó mientras los jugadores, locales y los del Madrid, concentraban su atención en el momento. Los del Athletic tampoco portaron brazaletes negros por Tito. En Mestalla, los futbolistas del Valencia y del Atlético, como los del Sevilla en el «Bocho», se unieron al recuerdo con la muestra del dolor anudada al brazo. Por la razón que sea, los árbitros mantienen la neutralidad y no hay más adornos en su uniforme que el escudo de la Federación y la marca que los patrocina. La sensibilidad en este mundo del balón redondo debería ser una obligación en lugar de una elección. Pero es lo que hay, fines de semana negros como éste, que culminó con la muerte del entrañable Vujadin Boskov, quien también pasará a la posteridad por esta famosa frase: «Fútbol es fútbol». ¿Qué pretendía explicar con ella? Todo y nada, algo tan elemental como que en este deporte el azar no es baladí, que hay faltas, penaltis, fueras de juego, expulsiones y goles que no siempre son. Y que no siempre gana el mejor ni el que más dinero tiene. El Atlético es primero de la Liga con ventaja sobre el Madrid y el Barcelona a falta de tres partidos. Fútbol es fútbol, un universo en sí mismo, tan variado y con tantas alternativas dentro del rectángulo de juego como fuera de él. Hay quien silba el himno, quien lo aplaude y quien lo escucha con educación. Hay quien mira cada día al cielo por si escampa y el equipo se libra del descenso. Hay quien piensa que una vez entrada la Liga en la recta final, renace el rutinario trasiego de maletines. Primas a terceros por ganar, las autoridades deportivas miran hacia otro lado y Javier Tebas y Pedro Torrens escriben la novela «El fútbol no es así», un «thriller» que habla de amaños, de apuestas, de podredumbre en el vestuario y del asesinato del presidente de un club de Primera División. Y hay quien da tres cuartos al pregonero con antelación suficiente para que los buitres se acomoden en la sala de espera porque ha anunciado para el verano una lluvia de euros. Josep Maria Bartomeu va a gastar 120 millones del Barça en fichajes. Ha enseñado la faltriquera y son más los que se frotan las manos que los que imploran para que no aborde alguna de sus cláusulas de rescisión. De aquí al comienzo de la próxima Liga, a los nombres de Özil, Vidal, Laporte, Miranda, Cuadrado y David Luiz se unirá un batallón de posibles fichajes. Y correrá el dinero, aunque gane el campeonato un equipo con la quinta parte de su presupuesto. Fútbol es fútbol.
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